Opinión

Inmunidad de Cayetano

Está el «Cholo», que es Simeone, y luego están los chalados, que son esos que no se enteran o no se quieren enterar de lo que está en juego, y que son muchos más de los que en principio parecen. Se echa un vistazo a las imágenes del concierto de Taburete que circulan por Twitter y se extrae la conclusión de que más de uno, aparte de desafinar, considera que su salud está a salvo de los riesgos pertinentes o puntuales en virtud de su «inmunidad de Cayetano» –vaya suerte, todo sea mentado y no con ironía, que a tus seguidores te los bautice con una canción retranqueada de guasa y mala baba los colegas del grupo de enfrente, o sea, los Carolina Durante–. Pero lo dicho, ahí estaba la platea. Toda una Acrópolis del sentido común. Felices, sin complejos, sin mascarillas y coreando estribillos para que su virus de asintomático llegue aún más lejos. En los toros, al menos, se nota que tienen un punto más fino y ayudan a la expansión del coronavirus con el abanico.

Aquí ha corrido el lema «vive como si no hubiera pandemia», que tiene letra y partitura de colegial, y más de uno se ha propuesto cumplirlo a rajatabla y caiga quien caiga, nunca mejor dicho. Lo que menos importa es si el conciertazo de turno proviene de una banda de rock, un grupo indie, unos aficionados al heavy metal, unos nostálgicos de los Beatles o el bardo provincial que se quiera, que por ahí asoman también unas cuantas instantáneas impagables en un chiringo playero que dan para reflexionar durante un rato sobre el homo sapiens, su inteligencia y su cacaraeada racionalidad.

Por mucho que se retire la mirada es inevitable reparar en el rico paisaje humano que, sin proponérselo, va dejándonos esto de la Covid-19. Aunque uno pretenda abstraerse de esta murga, con la que llevamos penando desde hace meses, resulta inevitable que llame la atención tanto honrado irresponsable, de esos que cometen la tropelía y después se lamentan, por tuit, instagram o la santa red que se prefiera, con un lo siento, un me he equivocado y otras excusas de ilustre calibre. Como si los zagales no supieran de antemano de qué va la sonata. Por aquí existen unas cuantas rehalas de autoestopistas de la diversión que se la bufa o se pasan por el arco del triunfo el ejercicio de contención que está aguantando la mayoría del respetable.

Lo de Marbella, las parrandas que vemos en embarcaciones privadas y otras abundantes «parties» en discotecas para gente VIP, de esas con reservados y listas con invitados seleccionados entre la «crème de la crème» de la adolescencia de nuestras élites, no invita a ser demasiado optimista. Aparte de los desmadres habituales, con los que ya íbamos bastante aviados, encima hay que correr ahora con unos cuantos que consideran que la posición social es una vacuna y que los sacrificios una peonada que deben pagar otros. Esto, a algunos, les incitará a recapacitar sobre la responsabilidad de los jóvenes. A otros, en cambio, sobre su educación. Hay para elegir.