Opinión
Señorías «okupados»
Escuchar a las fuerzas de seguridad del Estado, especialmente a la Policía y a la Guardia Civil, mostrar su impotencia ante el fenómeno de la ocupación de propiedades privadas, da muestra de qué clase política y judicial tenemos, y no es buena. Esa incapacidad policial se queda ridícula al compararla con la impotencia reconvertida en ansiedad que experimentan los propietarios de las casas ocupadas.
Muchas veces deseas que esos políticos que aprueban semejantes leyes que abonan el paraíso de los delincuentes, en este caso los okupas, y esos jueces que incluso teniendo en sus manos la resolución del problema –cuando un propietario presenta demanda o denuncia, el juez dispone de unos preceptos para poner fin a la ocupación– prefieren mirar para otro lado, quizá porque la casa no es suya, vivan de manera directa y personal las dramáticas consecuencias de una ocupación. Es muy fácil legislar y juzgar sobre problemas que les afecta a otros pero no a uno mismo; la demagogia, lo políticamente correcto y esa falsa sensación de deidad que se apodera de políticos y jueces, se lo facilita. Pero si les tocara a ellos, la reacción sería otra. Hemos visto cómo políticos que defendían e incluso realizaban escraches –que suelen ser los mismos que respaldaban las ocupaciones– ahora se muestran contrarios porque les ha tocado vivirlo y sufrirlo en piel propia y no sobre el papel. Hemos visto jueces que cuando alguien les acusa de un delito, evalúan de manera distinta la libertad de expresión, la injuria y la calumnia. Es lógico pensar que solo la experiencia propia hará que sus señorías bajen de sus pedestales, se ocupen y reaccionen.
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