Opinión

Quiero ser periodista

Cuando alguien dice que ojalá fuéramos como niños, sin maldad, sin odio y bla, bla, bla, lo primero que pienso es que jamás le ha dicho a uno que tiene que dejar de jugar al Brawl Star en la tableta y comerse las judías verdes. Quiero ver yo ahí su alma pura.

Hay dos opciones de quien mira a los niños como si fueran seres inocentes. O no los tiene cerca o es un populista.

Los niños de ahora viven en su tiempo. Cuando me siento incapaz de encontrar el botón del mando con el que poner la película de la televisión de pago, no pierdo más el tiempo: le doy el mando a mi hijo y espero que él encuentre el modo de hacerlo.

Es decir, que ya soy mi padre.

Hay vídeos en los que a algunos niños se les da un walkman y se les pide que lo pongan en marcha. Los pobres, abrumados por tantos botones, son incapaces de hacerlo funcionar, como si se enfrentasen a un utensilio de la prehistoria que acaban de desenterrar y que dice mucho acerca del tamaño del cerebro de sus antepasados.

Es otra generación, otro idioma. En el Jardín Botánico de Madrid durante este verano los niños tienen que encontrar a Peppa Pig y supongo que muchos irán directos a los charcos, a ver si encuentran a una simpática familia de cerdos bailando. Esos dibujos son un clásico. Lo sorprendente es cuando descubres que tu hijo va pasando pantallas en el Ipad y en vez de detenerse a ver un capítulo de Peppa Pig, lo que le gusta de verdad es una youtuber que se graba mientras juega con los muñecos de Peppa Pig. Y ahí se queda el niño embobado, como si estuviera viendo la segunda parte de «El Padrino».

Es el primer paso para convertirse en fan de algún youtuber años después. Una vez me puse a ver a uno: hablaba y hablaba mientras se grababa jugando a un videojuego. Era tan divertido como un partido del Atlético.

Según la «XVI Encuesta Adecco Qué quieres ser de mayor», un 6,3 de los niños quieren dedicarse a eso, a contar en internet su vida mientras van jugando a videojuegos y se graban. La encuesta, hecha a 1.800 niños y niñas de toda España de entre 4 y 16 años replica todos los roles de género, así que nuestra generación ya puede quitarse la medalla de la igualdad porque hemos fracasado, si es que alguna vez lo intentamos.

Ni los niños son almas puras ni tienen razón por ser bajitos. La mayoría de las veces, además, no se enteran de nada. Cuando esa encuesta les pregunta a quién le gustaría tener de jefe, responden, por ejemplo, que Messi. A ver cómo les explico que Messi resuelve todos los problemas del Barcelona y que por definición, un jefe jamás resuelve nada. La primera y única misión del jefe es encontrar o inventar un culpable para que pague por el problema.

Idealizamos a los niños porque te dan un abrazo y te han salvado el día. Pero eso no hace que tengan razón.

En casi todo están profundamente equivocados. O sea, puedo entender que quieran ser youtubers, médicas, futbolistas, cajeras, ayudantes de Batman.

¡Pero es que también quieren ser periodistas!