Opinión

“Un Gobierno a prueba de bombas”

El centro derecha español tiene un sorprendente punto de ingenuidad y muchos dudan de la estabilidad del gobierno social-comunista. Es evidente que se mantendrá suceda lo que suceda. No hay noticia, investigación o mala gestión que impida su continuidad. Los dos socios, Pedro y Pablo, tienen muy claro que hay que mantenerse a cualquier precio. Hay que reconocer que es políticamente acertado desde la perspectiva de sus intereses partidistas, así como coherente con su personalidad. En cierta ocasión, le pregunté a un presidente del Gobierno: «¿Qué tal estás?», llevaba poco en el cargo y me contestó «qué diferente se ven las cosas desde La Moncloa».

Y es así en todos los sentidos, porque lo que se dice en la oposición pasa a ser irrelevante cuando se llega al poder. Se puede cumplir o no, pero no importa porque llega la realidad política y todo se puede cambiar por oportunidad o interés. Los principios son muy flexibles y todavía más cuando no se tiene mayoría absoluta, pero incluso en este caso, como se vio durante el gobierno del PP, los compromisos electorales se pasan por la trituradora sin ningún rubor. No hay que olvidar que seguimos sufriendo la fanática y sectaria «memoria» histórica, aunque no tiene nada de Historia, porque el PP fue cobarde y no se atrevió a derogarla.

Esto es algo que tiene que aprender el PP y ser firme y valiente a la hora de defender su programa electoral. A la izquierda no le tiemblan las piernas a la hora de poner en marcha sus planteamientos más ideológicos que siempre persiguen el adoctrinamiento social. El centro derecha no consigue sacarse de encima sus complejos y necesita que la izquierda política, periodística e intelectual le otorgue carta de naturaleza no sea que les llamen fachas o franquistas. No hay más que ver las políticas culturales que llevan a término, los favores que realizan a periodistas e intelectuales de izquierdas, que siempre viven muy bien cuando gobierna el PP, o el trato acomplejado que aplican a los mal denominados «suyos» o próximos. En cambio, los políticos de izquierdas nunca se equivocan a la hora de nombrar a los suyos y lo hacen, además, sin ningún rubor. El centro derecha siempre es cobarde y tembloroso porque teme un titular desfavorable o una crítica. Por supuesto, con una campaña ya emerge esa actitud sumisa tan perniciosa como lamentable.

Hay que reconocer que Sánchez es un ejemplo de todo lo contrario y nombró a Dolores Delgado al frente de la Fiscalía General del Estado simplemente porque le dio la gana. No le importaron las críticas y lo mismo hizo con Rosa María Mateo en RTVE. A los del PP les gusta quedar bien y les pierde la mentalidad tecnocrática, por eso les cuelan goles como los de Marlaska, Escrivá o Simón. No recuerdo ningún caso igual en el PSOE. Unos hacen nombramientos en las instituciones pensando que son próximos, pero cuando están en ellas algunos se declaran independientes y aducen que están allí por sus propios méritos. Esto nunca sucede con la izquierda.

Los errores ideológicos y la ausencia de una defensa de los principios del centro derecha que se cometieron durante el gobierno de Rajoy, que acertó en el terreno económico, permitieron la irrupción de Vox y el fortalecimiento de Ciudadanos. Los primeros son el PP sin complejos y los segundos con complejos. Hay que añadir que en ambas formaciones hay bastantes rebotados de las filas populares que, lógicamente, no tienen afecto por la formación que los apartó de las listas. En cambio, el gobierno social-comunista tiene muy claro que se compone de un alma socialista y otra comunista, que se pueden detestar entre ellos, como sucedió hasta el momento que alcanzaron un acuerdo, pero que comulgan en un principio básico y fundamental que es el asalto al poder y la vocación de permanencia a cualquier precio.

El centro derecha sigue sin tener un relato y se ha instalado en una lucha por el liderazgo en ese espacio como si los partidos fueran un fin en sí mismo y no un instrumento al servicio del progreso de la sociedad y la gestión eficaz de los servicios públicos. Con este Gobierno tenemos garantizado, desgraciadamente, seguir en la última posición de la recuperación económica. Lo peor no es el componente socialista, donde primaría la tecnocracia socialdemócrata de Calviño, Escrivá y Maroto, sino el lastre comunista y la incapacidad de enderezar una debacle económica que tendrá un coste monumental. España acababa de salir de la crisis económica y necesitaba perseverar en el control del gasto público, la reducción de la deuda pública, la erradicación de las trabas al crecimiento y el establecimiento de un marco legal que favoreciera la creación de empresas y empleo.

La irrupción de la demagogia izquierdista y la impericia ralentizó el crecimiento, como se pudo ver con los datos previos a la pandemia, pero la Covid-19 ha sido la puntilla final. La sociedad vive adormecida gracias a los ERTE, el ingreso mínimo vital y otras subvenciones así como por el período estival. La demoledora realidad llegará después del verano. A pesar de ello, no importa porque Sánchez tiene claro que el endeudamiento sin límite es la solución y que los problemas judiciales de Podemos no afectan al Gobierno hasta que haya una sentencia en firme. Es decir, hablaremos dentro de unos años, porque lo único importante es la supervivencia y en esto es, simplemente, indestructible. En cualquier caso, los periodistas, juristas, intelectuales y empresarios afectos al Gobierno no se tienen que preocupar porque cuando vuelva el PP les irá muy bien. A los hechos me remito.