Opinión

Todo fenomenal

Dos instantes separados por un océano, unidos por hectolitros de gula magufa y un colofón para rematar(nos). El auge de los reaccionarios en Madrid y Nueva York se multiplica con la salida de Cayetana Álvarez de Toledo. Veamos. A un lado del mar tuvimos la manifestación de enemigos del 5-G. Convencidos de que el virus no existe y que salen a la calle con el forro de papel albal en la entrepierna. Al otro lado del charco, en Brooklyn, una conocida de mi esposa, una mujer inteligente y cultivada, está a punto de parir en una piscina hinchable. Como si fuera una orca de Seaworld. Pero con cuenta en redes sociales. Pasear por su Instagram es asomarse al infierno de lo esotérico. Un aquelarre de doulas, magos, profetas, apóstoles y otros partidarios del pensamiento mágico. Y ahora, para cerrar el círculo, para matarnos de tristeza, el Partido Popular enseña la puerta a la mujer que prefería instruirse en Our World in Data, de Max Roser, antes que rebozarse en dogmas. Alguien que trajo al paupérrimo discurso político español las mejores enseñanzas y ecos del pensamiento progresista, o sea, ilustrado, humanista y laico. Un pensamiento que bebe del mejor republicanismo. Construido a partir de Judt, Pinker, Savater, Hitchens, Camus, Sagan y etc. Por supuesto que cuando habló de feminismo amazónico no entendieron nada. Ni saben quién es Paglia ni han leído un libro ni creen que la política sea otra cosa que el arte de perpetuarse a lomos del cotarro. Que luego algunos amigos crean que el Covid-19 es una invención narco bolivariana, o que consideren que parir a sus cachorros en un charco traerá a su vida la felicidad que ahuyentan los antibióticos y la pérfida medicina Occidental, o que estén convencidos, ay, de que Álvarez de Toledo era una reaccionaria, se explica porque aquí nadie entiende ya la diferencia entre progresista, o sea, que apuesta por el progreso, que como me dijo la gran Teresa Giménez Barbat, sólo llega con la razón, la ciencia y el humanismo, y progre, que es obviamente un sujeto reaccionario, con unas inclinaciones similares a las de quienes profesan en idearios de corte aristocrático y religioso. Unos protestan contra los epidemiólogos, otras alumbran sin anestesia cual foca monje y el resto cree que progresista es Monedero y moderado aquel que, como Feijoó, coquetea con el nacionalismo. Estamos finos.