Opinión
La política del asco
La moral se esfuma en la calima. Declamaba el pensamiento buenista de los telediarios en época de confinamiento que la crisis nos haría mejores. Si la política es por asomo un reflejo de lo que somos, hemos amanecido aún más cabrones y con más ansias de revancha. Todos los cabezazos contra las paredes de la habitación se convirtieron en veneno reconcentrado. En un asco eterno que no habrá vacuna que pueda socorrerlo. Para cuando quieran abrir los colegios, igual es hora de cerrarlos por mucho que la ministra de Educación dijera que los niños volverían a las aulas «sí o sí». Fue la misma Celaá la que expuso tantas versiones sobre el comienzo del curso que no quedaba padre ni madre que no quisiera hacer una diplomatura a distancia sobre cómo entender los planes del Gobierno. Y, sin embargo, los sindicatos y las asociaciones afines, en lugar de preparar una tamborrada para ensordecer al Ejecutivo ante sus silencios, han ensayado un auto de fe para la Comunidad de Madrid porque la dirige una presidenta del Partido Popular a la que hay que cargarse por mucho que bajen o suban los contagios. Se abre oficialmente la segunda temporada de caza contra Ayuso tras los minutos musicales del verano. El enemigo no es el coronavirus, la falta de un mando único, los bandazos de un Simón que habla desde una camiseta o un Miguel Bosé que un día sonó para ministro de Cultura, como si la realidad fuera un capítulo de «La casa de las flores», sino el gobierno autonómico que le toca los bajos al consejo de ministros. El ruido y la furia no se dirigen hacia los peores gestores de la pandemia en Europa, los mismos que volverán a presumir de hacerlo mal. Puede más la ideología que la verdad. Pase lo que pase, la jauría ha elegido las pantorrillas de Madrid para hincar los dientes y secar sus babas. Los convocantes se miran al espejo y duermen con la conciencia tranquila porque, como tantas veces, lo importante no es el objetivo que se anuncia, un manto de mentiras, al cabo, que tapa el centro de la diana. Es un anticipo de la estrategia de la izquierda. El otoño será duro. El Gobierno se encontrará zafándose del monstruo del pantano y hay que guardarle la espaldas disparando contra el enemigo. Si ya se avistaba un curso perdido, los huelguistas se aparecen como asesinos en serie para dar las puñaladas finales. Matan para defenderse.
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