Opinión
Crispación nacional
Las actuales circunstancias nacionales generan inevitablemente crispación. En la calle va en aumento el agobio por la pandemia, una pesadilla persistente, como una mala nube. La gente se siente indefensa ante el peligro y desconfía del Gobierno y de todos. Algo se está haciendo mal. Falta transparencia, información fiable, coordinación eficaz con las comunidades autónomas, un equipo de reconocido prestigio al frente de las operaciones y tomar ya decisiones que se han demostrado eficaces en otros países para contener la peste. Da la impresión de que en esto vamos a rastras, sin un plan claro y convincente. El hecho de que España aparezca como uno de los países más castigados por la pandemia y sus efectos económicos produce en la calle desconcierto, irritación y desánimo. Las peleas de los políticos echándose los muertos a la cara unos a otros, mientras vuelve a aumentar el luto y miles de empresas cierran o van camino de la ruina a la vez que se hunden casi todos los indicadores económicos, encienden más los ánimos.
El convencimiento de que lo peor está por llegar y de que viene un otoño complicado es la ocasión esperada por los salvapatrias, los extremistas y los descerebrados para arremeter contra la convivencia democrática. Es lo que está pasando ya. El riesgo es evidente. Gritan, confunden la crítica con el insulto, y la discrepancia política con el acoso, como ha ocurrido, sin ir más lejos, con los intolerables ataques y el acoso al vicepresidente Iglesias y su familia. No vale todo, aunque él fuera, antes de entrar en el Gobierno, destacado defensor de los escraches y siga simpatizando con los «okupas» y con otras provocaciones «revolucionarias». Ya aprenderá. Todos, empezando por los medios de comunicación, tenemos que aprender a comportarnos. Es penoso el estilo montaraz, tabernario e insultante de determinados medios digitales. Lo que menos falta hace, en este momento crítico de la vida nacional, es prender con una cerilla la yesca en el monte.
Son los políticos, como digo, los más obligados hoy a dar ejemplo de diálogo, de mesura y de respeto mutuo en privado y en público. La gente ve bien la crítica respetuosa, pero agradece el entendimiento en los asuntos importantes. Es, me parece, lo que espera hoy ante la penosa crisis sanitaria y la estremecedora crisis económica. Ayudaría a sobrellevar la pesadilla y daría confianza al personal. Hay momentos en la vida de los pueblos en que es preciso arrimar todos el hombro. O, al menos, como decía de sí mismo el cascarrabias de Pío Baroja, ser unos inconformistas apacibles.
✕
Accede a tu cuenta para comentar