Opinión
El nuevo impulso
Las palabras que Pablo Casado pronunció ante su partido ayer dejaron ver la irritación que le ha debido de provocar Cayetana Álvarez de Toledo en estos meses, sobre todo en las últimas semanas. Algo se rompió, y con estrépito, hasta dinamitar cualquier confianza mutua. Cuando la discrepancia alcanzó este punto, es posible que Pablo Casado esperara que Cayetana Álvarez de Toledo abandonara la partida, aunque fuera con algo de ruido. Quien lo pensara conocía mal al personaje que, por otro lado, no ha variado desde que fue elegida por Casado como la figura de proa de su nuevo proyecto. Había otras personas, más identificadas que Álvarez de Toledo con FAES y el Partido Popular, gente joven pero ya experimentada, que habría aportado ganas e ideas, así como patriotismo, sentido de la disciplina, amor –en sentido estricto- al partido y disposición para trabajar en equipo. Casado prefirió una estrella, sin medir bien que su manejo, harto delicado, requiere un liderazgo distinto al suyo propio. Ahora ya es tarde para lamentarse de aquel episodio que frustró muchas, grandes y legítimas expectativas. El Partido Popular se ha quedado sin aquellos jóvenes con talento y también sin el glamour, vamos a decirlo así, de Álvarez de Toledo y lo que la rodea. En cierto sentido, ahora hay que volver a empezar. No del todo, claro está. El Partido Popular ha consolidado posiciones en momentos muy difíciles. Ha sabido encontrar aliados allí donde los necesitaba, con lo que ha roto el maleficio del partido condenado a la soledad. Según las últimas elecciones, y también según las encuestas, sigue despertando confianza en una parte importante, y creciente, de la sociedad española. En consecuencia, se enfrenta a un momento extraordinariamente difícil, para el conjunto del país, con unas reservas de energías que hace poco no tenía. Lo que sigue sin cambiar, en cualquier caso, es el problema al que se enfrenta el propio Partido Popular. La salida de Álvarez de Toledo despeja una incógnita. Un partido como el PP no puede encerrarse en un discurso y una actitud que parezca ajena –por mucho que en realidad no quisiera serlo-–al votante popular. Ahora bien, descartar esa fórmula no tiene por qué significar volver a los años en los que el Partido Popular confiaba en el «sentido común», es decir en la ausencia de ideas y de propuestas articuladas para hacerse con una mayoría social que daba por supuesta. Las mayorías sociales no existen. Se construyen, como bien sabe Feijóo, que mantiene un discurso y una posición muy activos, e incluso militantes, sobre Galicia. Habrá que buscar algo parecido… para el conjunto de España. Es la tarea que espera a Pablo Casado y a su nuevo equipo. Los cambios ocurridos desde hace menos de un año en nuestro país, como en todo el mundo, invitan a reformular esa reflexión desde parámetros nuevos, para los que no vale ya lo que valía hace pocos meses. La defensa de la Monarquía, de la Dinastía y del principio monárquico (cuestión nacional donde las haya), los retos sanitarios del covid-19, la crisis y el hundimiento de sectores enteros de la economía española, el riesgo de exclusión social para millones de personas, la catastrófica gestión de la coalición social peronista… Son algunos de los asuntos a los que Pablo Casado y su nuevo equipo conformado ayer con la ex alcaldesa riojana Cuca Gamarra, el alcalde de Madrid José Luis Martínez Almeida y la ex presidenta del Congreso, Ana Pastor habrán de enfrentarse.
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