Opinión

El cuché de Podemos

Entre el hijo de Camilo Sesto, la novia de Enrique Ponce y Sara Carbonero. La ministra de Igualdad recibe a «Diez minutos» como miembra de la casta rosa de la política renacida en espectáculo. «No salimos mucho porque a Pablo lo conocen mucho», asegura a la revista. Ya lo decían las malas lenguas, esa expresión que no se pierda, que si el vicepresidente no se deja ver es porque le pasa lo que a Miguel Bosé, que todo el mundo sabe quién es, y, lo que es peor, lo que piensa. Es de agradecer estos titulares de los compañeros de la Prensa rosa, que siempre saben dar donde más sangra. El matrimonio del consejo de ministros acusa a la ultraderecha del fracaso de sus vacaciones y la madre de Camilín señala a Lydia Lozano, qué mujer, siempre tiene para salir en portada un baile chuminero que prohibiría la ley de libertad de sexual de la ministra por poco binario y demasiado explícito de eterna despedida de soltera. «Por supuesto que se llevó dinero», afirma la madre del hijo del cantante de «Vivir así es morir de amor». Resulta complicado distinguir entre el desplume de Camilín y la caja B de Podemos porque, leídos en el mismo formato, vienen a ser la misma cosa, chismes, rumores, susurros de fulanas y maledicencias de cipotudos. Tal vez por eso Irene Montero elige a un medio en el que Terelu es una cosa y la contraria a la semana siguiente. El cuché que consiga la primera entrevista con Cayetana Álvarez de Toledo de toda la vida se llevará más gloria que la que anhela Ágatha Ruiz de la Prada cuando envidia ser una Windsor. Apuesto por «Vanity Fair». Cuando a Irene se le abran las puertas del «¡Hola! será el momento del exilio emérito.