Opinión

“Corina y las luchas de Palacio”

No hay que sorprenderse porque la deslealtad es moneda corriente y no conozco ningún humano que sea infalible en la elecciones de amigos, colaboradores e incluso de su pareja

Entre la colección de disparates que nos ha ofrecido la ambiciosa Corina Larsen, la mujer que soñaba con ser nuestra pintoresca marquesa de Montespan, no puedo dejar de glosar dos que resultan muy clarificadoras sobre su falta de credibilidad. He de reconocer que siento mucho que el rey se equivocara al mostrar su afecto por una persona tan desleal, manipuladora y, sobre todo, dotada de una imaginación tan portentosa.

Por otra parte, no hay que sorprenderse porque la deslealtad es moneda corriente y no conozco ningún humano que sea infalible en la elecciones de amigos, colaboradores e incluso de su pareja. He tenido noticia de bastantes casos de traiciones tanto en empresas como en la política. Es cierto que me siguen repugnando, pero han dejado de sorprenderme, aunque siempre pongo en la balanza otros muchos de personas leales.

Sin ir más lejos, Casado lo acaba de sufrir con Cayetana. La más famosa de la Historia es la de San Pedro cuando negó tres veces a Jesús a pesar de que, tal como recoge san Mateo, le había anunciado: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Por tanto, no podemos aspirar a que nuestra suerte sea mejor que la que sufrió la encarnación del propio Dios.

Entre los despropósitos de Larsen está que don Juan Carlos tendría cientos de cuentas en otras jurisdicciones. Esta afirmación la realiza, por supuesto, sin ninguna prueba y con la osadía de la ignorancia. No hay que ser un avezado economista para constatar las dificultades que tenemos cualquiera de nosotros a la hora de gestionar una o dos cuentas, para entender que hacerlo sobre centenares y en numerosos países haría necesario contar con un equipo propio de una multinacional.

Es, simplemente, grotesco. La otra perla que nos dejó esta Montespan cañí es que había «fuerzas dentro de palacio que trabajaban para empujar a don Juan Carlos, intentando acelerar la abdicación». Esto demuestra que no conoce bien al rey como pretende y a la Zarzuela, porque llamarla Palacio muestra tanto una enorme generosidad como una gran ignorancia. España no tiene una Corte y no estamos en el siglo XIX o el Antiguo Régimen.

No hay grupos de presión e influencia alrededor de la Corona, sino un pequeño grupo de funcionarios sin poder que trabaja para la jefatura del Estado. Es posible que se haya inspirado en alguna novela barata de bolsillo escrita por algún pseudohistoriador con más ínfulas que conocimientos académicos.