Opinión
Ineptos y farsantes
Parece importarles un bledo la gravedad de la pandemia otra vez desbordada y con gente que sigue muriendo. Continúan a lo suyo, a su «matraca» con la que engañando a muchos llegaron a las instituciones. Han traído poco bueno, pero lo peor de la maldición casi bíblica reflejada en estos políticos aparecidos en nuestro país durante la última década, al albur de la anterior crisis económica y con media docena -no más- de postulados del catecismo populista bajo el brazo es su obstinación casi enfermiza por presentarle a nuestra historia pasada y reciente -sobre todo a sus pasajes más brillantes- continuas hojas de reclamaciones. Recuerdan a esas malintencionadas campañas en redes sociales y webs calificadoras contra algunos restaurantes a los que se trata de hundir en su bien ganado prestigio durante años de eficiencia y profesionalidad sencillamente volcando calumnias y falsedades entre el marasmo de opiniones de la clientela. En esa línea de revisionismo paleto, torticero e indocumentado se sitúa lo ocurrido esta pasada semana en el pleno del ayuntamiento de Barcelona sacando adelante con los votos independentistas y la anuencia de la alcaldesa Colau y su formación, una propuesta para retirar a Juan Carlos I la medalla de oro de la ciudad concedida en el año 92. El hecho, además de demostrar en plena crisis de la covid-19 cuáles siguen siendo las verdaderas prioridades a veces repugnantes del populismo oportunista y del separatismo ruin y miope además de corrupto, viene a evidenciar que de esta camada de políticos, lo más esperable sigue siendo el tratar de que olvidemos su supina incompetencia a la hora de gestionar la prioritaria lucha contra el más grave problema del país en décadas, a cuenta de un recurrente «raca raca» de República de mercadillo al que ya hace tiempo que comenzó a vérsele el cartón. No desaprovechan oportunidad alguna y en casos como el que nos ocupa en el ayuntamiento de Barcelona tal vez la flagrancia sea aún mayor teniendo en cuenta que, esa medalla que ahora retiran, se concedió a quien por encima de todos lideró el esfuerzo social, político, diplomático y económico de toda España para conseguirle a Barcelona unos Juegos Olímpicos que volverían a ponerla en la primera línea del mundo, tanto en unas infraestructuras que serían vitales como a nivel de conocimiento en el plano internacional.
Hoy Barcelona es una ciudad castigada por múltiples problemas como las altas tasas de delincuencia, un alto porcentaje de población inmigrante inadaptada y sobre todo la covid, pero parece resultar más reconfortante destinar los esfuerzos a la defensa de un republicanismo mal entendido atacando a la institución que ha sido referencia de la etapa más próspera y libre de nuestra historia. Por buscar algo positivo, tal vez sea la pandemia la que esté poniendo en evidencia a quienes no parecen estar en política para fajarse frente a los problemas graves y reales, sino para medrar y hacer su particular modo de vida con coche oficial a cuenta de quienes aún compran sus falsos brevajes. A Colau no le ha ido mal, pero se les cayó la careta.
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