Opinión

Presupuestos Warren

Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, está dispuesto a jugar todas sus cartas para aprobar los Presupuestos con el menor coste posible. Para él.

Lo mejor para España, seguramente, no es que Warren promueva sus propios intereses sino, como editorializó ayer LA RAZÓN, que presente «unas cuentas públicas adecuadas para afrontar la grave crisis económica y social que nos ha dejado la pandemia de coronavirus». ¿En qué medida los intereses de Warren lo pueden conducir a adoptar una política que también resulte beneficiosa para el conjunto de los españoles?

Esta semana no tuvo un comienzo muy auspicioso en ese sentido, por el discurso de Warren en la Casa de América, donde resultó arduo encontrar algo que fuera cierto. Afirmó que el crecimiento europeo se debió al Plan Marshall, o que evitaremos la malvada austeridad, o que hay más de dos millones de niños pobres en España. Y alabó entusiasmado la ayuda europea, «un hito inédito», ignorando a las trabajadoras que pagarán esas ayudas con sus impuestos. Agitó banderas: la ecología, el feminismo, LGTBI, la ciencia, etc., y sostuvo que «sin cohesión social no hay progreso duradero», cuando no hay progreso duradero sin libertad.

Pero dejó claro el mensaje: para relanzar la economía la clave es la unidad, una mentira que oculta el propósito de consolidar su poder y centrifugar hacia los demás la

responsabilidad.

Warren desplegó su talento para que todo el mundo gire en su derredor: Arrimadas es buena, Casado es un obstruccionista (de ERC no dijo ni mu), y Paulita Naródnika cumple un importante papel extremista que le permite al líder aparecer como moderado. Los empresarios aplaudieron, como aplauden casi siempre al poder, primero porque es el poder y después porque puede beneficiarlos considerablemente si aplauden.

Sumando todo esto: ¿cuán dañinos serán los Presupuestos para la ciudadanía?

Con Warren en la mesa, conviene esperar que tenga un as en la manga, y sospecho que guarda como mínimo dos. Uno es político, y es que si no hay PGE, y ello aboca a elecciones anticipadas, hay algunos que tienen mucho que perder, y que podrán revisar su actual rechazo a apoyarlos.

El otro as es económico, o más concretamente fiscal. En un acto de suprema osadía, Warren Sánchez se presentaría como el amigo de los contribuyentes, demorando el sablazo fiscal al próximo ejercicio, confiando en que la UE, la juerga monetaria expansiva y los tipos bajos de la deuda le concedan margen, a costa de agravar el problema y agrandar el agujero hacendístico.

Ayer advirtió el «Wall Street Journal» de que no hay tal cosa como una deuda eterna y gratuita que permita a los políticos gastar cada vez más, indefinidamente. Pero a Warren no le interesa el infinito, sino el futuro más cercano. Proclamó: «Tenemos por delante 40 meses decisivos de una legislatura crucial». Cuando dijo «tenemos» quería decir «tengo».