Opinión
Contra Franco viven mejor
He defendido en muchas ocasiones que es justo que las familias puedan recuperar los restos de sus fallecidos. Otra cuestión muy distinta es que se reinterprete la Historia desde el fanatismo ideológico.
No hay ninguna duda de que los pijoprogres viven muy bien contra Franco desde que está muerto. Es la cortina de humo perfecta para esconder sus errores en la gestión pública o la incertidumbre ante un dramático panorama económico, así como un sorprendente adanismo que se ha instalado en un sector de la izquierda que proviene de las clases medias y altas. Los que disfrutaron de un origen familiar acomodado irrumpen ahora como heroicos luchadores antifranquistas de salón. Los que defendían a Fidel Castro y la dictadura cubana o los regímenes autoritarios de Irán o Venezuela, los que tienden puentes con los herederos de ETA o buscan el voto de los independentistas solo están preocupados por un franquismo que es residual. Lo que resulta anecdótico e irrelevante en la España del siglo XXI es lo que más les preocupa. Es absurdo, aunque responde a una brillante estrategia para dividir a los españoles para buscar ventajas políticas. El objetivo es convertir el Valle de los Caídos en un parque temático al servicio de la antihistoria y con historiadores fanatizados que diseñen un proyecto museístico al estilo de los que elaboraban las dictaduras soviética y cubana.
He defendido en muchas ocasiones que es justo que las familias puedan recuperar los restos de sus fallecidos. Otra cuestión muy distinta es que se reinterprete la Historia desde el fanatismo ideológico. Nadie de mi familia participó en la Guerra Civil, solo la sufrió, y no formaron parte de los vencedores a diferencia de muchos progres cuyos familiares sí juraron los Principios del Movimiento. Otros que eran hijos de republicanos pudieron desarrollar sin problemas su vida profesional o hacer oposiciones para trabajar al servicio de la dictadura. Estos dirigentes de la nueva izquierda vivieron una existencia muy cómoda gracias al desarrollismo y no tuvieron que trabajar para estudiar. La posición económica familiar les permitió hacer oposiciones o estudiar en el extranjero. Muchos no fueron, por supuesto, a colegios o institutos públicos y su cómoda existencia les permitió acceder a las mejores universidades públicas o privadas. ¡Qué fácil es ser progre con unos padres que les permitieran todos los lujos! Ni memoria ni democrática, simplemente una cortina de humo para demoler la Transición y tapar sus propias vergüenzas. Por cierto, animó a estos progres que son hijos de los que se beneficiaron del franquismo como altos funcionarios o empresarios a que devuelvan o renuncien a sus herencias para ser coherentes.
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