Opinión

El chófer y la rubia

Por lo visto, no ocurre nada más importante en España que los antiguos líos de Bárcenas y Villarejo, dos angelitos que, como se sabe, juegan al tute en la cárcel; o sea, las cuentas del PP en tiempos de Rajoy, el seguimiento de los sabuesos de Interior al misterioso pendrive perdido, la caja B, el chófer pluriempleado, la sombra del «Barbas» en la lejanía y la rubia del quiosco. La cosa tiene morbo porque va de espías y fondos reservados, lo que anima el relato, aunque la historia sucediera hace muchos años, en tiempo de Maricastaña, y sea de sobra conocida. La izquierda viene chupando de ella más que el indio de su pipa. Acostumbra a exhibirla cuando, por lo que sea, le vienen mal dadas y hay que distraer al personal.

Para el que aún no lo sepa, las cuentas de todos los partidos son las aguas turbias de la política española. En este caso, se ve que los 53.000 euros que dicen que cobró el chófer de Bárcenas en billetes de 500 por sonsacarle al jefe en el camino son más importantes para la Fiscalía y para la prensa gubernamental que los 50.000 muertos del coronavirus –y la cuenta sigue–, de los que nadie se ha hecho cargo todavía ni en el Congreso de los Diputados ni en los tribunales. O las misteriosas maletas en Barajas de la venezolana Delcy Rodríguez, sus tratos con Ábalos y sus supuestos pagos millonarios con dinero sucio a Pablo Iglesias, de lo que nunca más se supo. Esta oscura historia sí que merecería una comisión de investigación.

Todo este lío del «Barbas», el chófer y la rubia ha salido a la luz después de que Pablo Casado, el sucesor de Mariano Rajoy, se negara a ser el convidado de piedra en la fiesta de los Presupuestos. ¡Pues te vas a enterar!, dijeron en La Moncloa. Había que frenar el preocupante rumbo de las encuestas, cada vez más favorables al Partido Popular, y demostrar quién manda aquí. Había que enfangar y revolver la manta, empezando por Madrid. Y se desató la más sucia campaña que se recuerda contra la presidente de la Comunidad, Isabel Díaz-Ayuso. Perder Madrid sería el acabose para Casado y los populares. Y desde el PSOE tientan descaradamente a los posibles tránsfugas del inestable Ciudadanos. Pero, sobre todo, aireando las manoseadas cuentas del PP distraen al personal cuando la segunda ola de la pandemia está poniendo ya de manifiesto el desbarajuste y el desgobierno.