Opinión

No lo veo hace años

Pedía a voces que lo mataran. Quizá demasiado alto. No era un hombre delicado, es verdad, y sufría espantosamente a los 75 años. Total, apenas le quedaban unas semanas de vida. Venía de otro hospital y llevaba tiempo sin dormir. Tal vez por eso –y porque el centro de paliativos era manifiestamente cristiano– le gritaba al doctor que era ateo, que siempre había militado en un partido ateo y que exigía su derecho a morir. El caso no era difícil, enfermedad terminal, dolores agudos. Morfina y una sedación profunda. Terapia compasiva con cuidados paliativos. Un clásico. Aún así la enfermera insistió. «Debería despedirse de sus hijos». Fue casi peor el remedio que la enfermedad: «¡Que no lo veo hace años! ¡Lo que me faltaba!». «Bueno, bueno, tranquilícese». La muchacha pasó un mal trago.

Por la mañana. Exigía que fuese a la mañana. «Salvo que esté dormido… si usted duerme no sería bueno despertarlo», avanzó el médico. Era veinte años más joven que el hombre, pero lo entendía. Llevaba 5.000 moribundos a sus espaldas. Es una carga extraña. «Es como un parto, pero al revés. Un proceso complejo, que no sabes adónde te lleva. Cualquier feto rehuiría un paso tan traumático como nacer. Luego… bueno, la vida es interesante». Le indujo el sueño. Era increíble que llevase sin conciliarlo tanto tiempo. Qué falta de pericia en los paliativos, cuánta desidia institucional. Cuánta gente muere mal en España por falta de una Ley de Cuidados paliativos, profesionales, recursos. Pasó la noche y su día. Transcurrió otra jornada. Y otra. Aquel cuerpo extenuado durmió profundamente 72 horas. Amaneció tranquilo. El doctor no sonreía. Mantenía la extraña calma de un viejo. La mirada de un viejo guarda de montaña que ha visto a miles de domingueros intentar la cumbre. «Ya estamos listos… cuando quiera». El hombre ya no está furioso. Una calma muy añorada lo invade y siente una mezcla de vergüenza y agradecimiento. «La enfermera… me gustaría disculparme… estaba…». El médico no lo toca. «La llamo». Ella abandona poco después la habitación con el encargo de buscar al hijo.

Ha ocurrido en Madrid, en el centro de cuidados Laguna.