Opinión
Madrid, Madrid…
Sin perjuicio de que siga siendo el rompeolas de todas las Españas, o precisamente por eso, Madrid es por méritos propios el kilómetro cero del coronavirus en Europa. Esto ha obligado a reunirse en la Puerta del Sol, epicentro histórico de todas las revueltas, a las autoridades nacionales y regionales para hacer frente, con evidente retraso, a la penosa situación. Esto confirma la visión de Cela de que Madrid es una extraña mezcla de Navalcarnero y Kansas City poblada por subsecretarios. Y eso que no conoció al epidemiólogo Fernando Simón.
Viene a decir Lope de Vega que los de Madrid nacen sabiendo, lo que pasa es que casi todos hemos venido de fuera. Tirso de Molina no se queda a la zaga cuando exclama: «¡Oh Madrid, hermoso abismo de hermosura y de valor». Pero no todos los clásicos son tan entusiastas. Gracián salió de Madrid, como se suele, –dice– pobre, engañado, arrepentido y melancólico, y Cervantes confiesa que en Madrid vació su talego «por culpa –en boca de Rinconete– de las comodidades que allí de ordinario se ofrecen». Góngora pregunta: «Mentidero de Madrid, ¿decidme quién mató al conde?». Queda así de manifiesto que los mentideros madrileños, que quitan y ponen famas y Gobiernos y agitan la vida social y política vienen de antiguo y constituyen una característica esencial de la capital del Reino. En los tiempos que corren los chismes capitalinos invaden, como la peste, las redes sociales y los medios de comunicación, hasta los que parecían serios.
Julio Caro Baroja refleja bien esta prevención hacia Madrid cuando trae a cuento el pensamiento de aquel virrey de Perú que decía que la única desventaja que le encontraba a Lima era que quedaba demasiado cerca de Madrid. Ahora la persistente peste que padecemos abastece los hospitales y los tanatorios y hace que los que pueden huyan de aquí. Lo de los tanatorios rebosantes pervierte y desfigura el lema «De Madrid, al cielo», dándole un sentido mucho más realista y escatológico, cargado de mala uva. La inquietante situación sanitaria, todo el mundo cabizbajo y con mascarilla, descalifica eso tan conocido de Silvela de que «Madrid, en verano, con dinero y sin familia, Baden Baden». ¡Qué va! Pero puede que entre todas las citas famosas, la más ajustada a lo que pasa es la que abre el poema de Dámaso Alonso: «Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)».
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