Opinión

El golpe silencioso

Diversas personalidades consultadas –ex ministros, diplomáticos…–de talante moderado, con grandes servicios prestados a la convivencia democrática, muestran su honda preocupación por lo que está pasando. Hay entre ellos, a pesar de su distinto talante político, una inquietante coincidencia: asistimos a una calculada operación ilícita, llevada a cabo, paso a paso, desde el poder, que pretende, aprovechándose de la crisis sanitaria y los presumibles estallidos sociales dentro de unos meses, alterar la estructura del Estado, establecida en la Constitución. Los estrategas del golpe silencioso –o no tanto–, encabezados por el vicepresidente Pablo Iglesias, con la complacencia del presidente Sánchez, siguen al pie de la letra las «Técnicas del golpe de Estado» de Curzio Malaparte. Basta con que la operación cuente con unos miles de activistas preparados para organizar movilizaciones más o menos violentas, que «calienten» la calle, controlar y bloquear los mecanismos clave del Estado y convencer a la opinión pública de las bondades del cambio de sistema: la «Republiqueta», en expresión del ex presidente Felipe González.

Los últimos episodios –confinamiento del Rey en el acto de entrega de despachos en Barcelona a los nuevos jueces, su evidente marginación, las revelaciones de este periódico sobre el trato a distancia, las críticas públicas de Iglesias y Garzón al Jefe del Estado, la afirmación del líder de Podemos, en el Congreso de los Diputados, de que la derecha no volvería a gobernar, y el declarado enfrentamiento con el Poder Judicial– confirman que estamos ante los primeros pasos del golpe blando: cargarse la Monarquía y controlar la Justicia, además de acosar a los periodistas críticos. Los que asistimos de cerca y ayudamos lo que pudimos al establecimiento de la democracia y a la reconciliación de los españoles nunca imaginamos que se podía llegar a esta situación, la más peligrosa en cuarenta años.

Existen serias dudas de que el presidente del Gobierno goce ya, con lo que está sucediendo, de la confianza del Rey. En contra de lo que el presidente alardea, esto no es exactamente lo que el pueblo quería. Pedro Sánchez sólo obtuvo el 18 por ciento de los votos del censo electoral. El 82 por ciento de los españoles no le votó. Y muchos de los que le votaron lo hicieron por su promesa de que Podemos no entraría en el Gobierno ni se apoyaría en los separatistas para gobernar. El Rey hizo entonces, ¡lástima!, de la necesidad virtud.