Opinión

Un día llegaron las máquinas

Un día llegaron las máquinas a las Tierras Altas. Los animales sobraban. No tardaron los hombres del campo en darse cuenta de que las máquinas les habían sustituido también a ellos. Los aperos de labranza quedaron arrumbados, presos del orín y los ácaros. Unas pocas máquinas venidas de la ciudad se encargaban de todo. Ellos sobraban. Los hijos permanecían mano sobre mano. Nadie quería ya ir pastor y, además, las ovejas, con la lana por los suelos, no daban ni para pagar al esquilador. Así que lo mejor era vender la tierra y el ganado, echar la llave a la casa y marcharse a la ciudad, que era donde fabricaban las máquinas y de donde venía el progreso. Y así fue como los pueblos se despoblaron. Muchas casas se derrumbaron. Los huertos se quedaron llecos y las cuadras y majadas, vacías. Los montes fueron cerrando los caminos, las calles del pueblo acabaron invadidas por la maleza, y los pájaros huyeron.

Los que se fueron y sus hijos andan ahora por los suburbios de la ciudad con la mascarilla en la cara y con limitaciones de movilidad por culpa de la pandemia. El trabajo está difícil. Las nuevas máquinas, con el avance de la robótica –el nuevo progreso–, se ocupan de todo. Cada vez hace falta menos mano de obra. Los hijos de los que se fueron están perdidos, con el móvil en el bolsillo, sin saber qué hacer. Algunos sueñan con lo que dejaron cuando llegaron las máquinas al pueblo. ¿Y si se pudiera recular y recuperar la libertad y el tiempo perdido? ¿Qué pasaría si desde las Administraciones Públicas y desde Bruselas se estimulara, con una pequeña parte del ingente presupuesto aprobado para la reconstrucción de los estragos de la peste, la vuelta al cultivo natural en zonas despobladas y escabrosas como las Tierras Altas? Recuperar el antiguo método de cultivo, sin máquinas –sólo las imprescindibles–, cuidando los montes, limpiando los caminos, frenando los incendios y con los rebaños otra vez pastando en las duras tierras de la Mesta. La vuelta a la Naturaleza, además de saludable –y más en los tiempos que corren– es rentable. Una buena apuesta a favor de la ecología. Volverían las caballerías a los caminos, los rebaños, los pájaros, la vida… ¡Vida por máquinas! Una utopía con pinta reaccionaria, una quimera. Ya lo sé. Pero por soñar, no meten a nadie preso…todavía.