Opinión
La culpa es del Rey
Nos preguntamos con el desmesurado interés de las cosas que no tienen remedio, tipo Iker Jiménez, por qué hay menos abejas, o los tomates, cuate, saben a nada, lo que no dejaría de ser literario en la biblioteca cerebral de Borges, y, sin embargo, no nos quita el sueño que en la alcaldía de Barcelona mande una señora que meaba de pie en la calle sin pedir disculpas. Colau puede hacer sus necesidades donde las ordenanzas le permitan, siempre que lleve a mano la bolsita de plástico, oh, cambio climático, si bien lo más curioso de su proceder en este valle de lágrimas negras es que se queje todo el rato, que la culpa siempre sea de otro, en este caso, el Rey. El micromundo nacionalista ha encontrado el perfecto retrato al que tirar sus dardos. Antes que reconocer el mal propio, se fabrica una infantil partida de aquelarre en la que Felipe VI siempre cae boca abajo. La culpa la tiene el Borbón, y Cristóbal Colón, no en vano fueron sus antepasados los que lo mandaron mar adentro a buscar Pocahontas. Primero fue el Estado todo, luego lo trocearon para enfadar por comunidades de vecinos, aquí no hay quien viva, a los extremeños, los andaluces, y la madre que parió a Carmen Amaya, y ahora, reducida la fruta a un mágico elixir, queda el Rey, que es todo eso y el pasado y el futuro de todo eso. Colau y los demás no recibirán al Rey en Cataluña porque si el monarca no existiera no habría ni coronavirus en Cataluña. Illa es catalán y no tiene nada que ver en esto. ¡Por favor! La cultura de la queja y de la culpa ajena está destrozando la civilización y vuelve pueril a lo que de ella queda en Cataluña. Los trinques del partido que durante décadas gobernó aquellas tierras son alpiste mojado para pajarracos que hoy no posan junto a la Tipi Hedren de Barcelona. No reciban tampoco a los millones de españoles que sí que estuvieron de acuerdo con el discurso que hoy parece el pecado original por el que han sido expulsados del paraíso. «Cataluña es casa de todos», rezaba el eslogan que atraía a los que hasta entonces vivían de una subvención pagada por el Govern. Si la culpa es del Rey lo es también de los que aquella noche dormimos aliviados. Aunque, bien que lo saben, la culpa es de ustedes.
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