Opinión

Ser vasco y del PP

Pablo Casado no quiere en otro territorio un nuevo melón abierto dentro del partido. Bastante tiene con la ausencia de «cariño» de destacados «barones» regionales del PP hacia el –por otra parte entendible– cierre de filas de la dirección nacional con la presidenta madrileña Diaz Ayuso. Tal vez por ello ni siquiera le ha sido necesaria una mínima dosis de vaselina a la hora de evitar un congreso extraordinario para su todavía renqueante formación en el País Vasco. La apuesta por el «recuperado» Carlos Iturgaiz para la presidencia regional tiene mucho que ver con el «golpe parado» frente a desastrosos augurios que supuso la consecución de 6 diputados en los pasados cómicos autonómicos, nada aún así para «tirar cohetes», pero el camino es precisamente llano.

Cuando el ex número dos del PSOE José Blanco anunciaba hace semanas en Onda Cero, justo dos días después de los comicios en Euskadi, que el ex presidente del PP vasco y ex ministro de sanidad Alfonso Alonso fichaba por la consultora de asuntos públicos creada por el que fuera todopoderoso secretario general socialista, en realidad estaba constatando una caníbal dinámica interna de los partidos, que en no pocas ocasiones sacrifica el talento y la eficacia en favor de seguidismos ciegos y ausencia de debate interno o autocrítica. Si algo no ha resultado nunca fácil en esta comunidad es ser dirigente e incluso militante del Partido Popular. No lo fue en los tiempos en los que tocaba cada mañana mirar en los bajos del coche o en el descansillo de la escalera, pero tampoco cuando, superada la lacra de la violencia etarra el señalamiento continuaba latente, casi remarcando el supuesto demérito de haber sido, bien víctima del terrorismo o simplemente objetivo del mismo. Yo mismo pude ser testigo hace años de cómo se apedreaba a un autobús electoral con el logotipo de la gaviota. El PP ya realizó –y probablemente lo hizo con nota y cuando tocaba– su particular travesía del desierto hasta conseguir la presencia que merecía una formación conservadora y constitucionalista en el País Vasco, pero ahora no acaba de encontrarse en esta comunidad histórica. La realidad pasa por que un partido inexistente en Euskadi, Ciudadanos, ha colado dos escaños de la mano del PP, pero sobre todo pasa por algo más importante como es el necesario planteamiento de una nueva travesía del desierto y aquí la pregunta es si Iturgaiz de labor impagable en otro tiempo es hoy el perfil adecuado.