Opinión

El golpe de la sentencia

Pablo Casado espera para este martes la sentencia de la Gürtel del Tribunal Supremo. El pasado viernes, un dirigente del PP me dejaba caer este dato cuando le interrogaba por las últimas noticias sobre el conflicto entre el Gobierno de Madrid y el Gobierno de Sánchez. Mi confidente siguió desahogándose: «Casado carga con un pasado del que no participó y por el que sus mayores, los que sí lo protagonizaron, le hicieron partirse la cara por ellos en la etapa de Rajoy».La condena sobre la que se pronunciará el Supremo fue la que sirvió al PSOE para hacer saltar por los aires al «marianismo», después de que la Audiencia Nacional condenara al PP como «partícipe a título lucrativo» por beneficiarse de 245.000 euros con los que la trama Gürtel regó varios ayuntamientos madrileños. De aquello vino esto. «La corrupción se maneja mejor desde el Gobierno que desde la oposición, y si no, que se lo pregunten a Rajoy», continuó en su reflexión mi interlocutor. Aunque se lo pregunten, Rajoy calla, pero es cierto que al presidente Sánchez le interesa que Bárcenas siga estando en el centro de todo tanto como al presidente Rajoy le preocupó hacerle desaparecer de la escena.El ruido sobre el contrario como mecanismo para poner sordina al caos propio, en el que lo único seguro es que no hay una mayoría alternativa para tumbar al Gobierno, incluso aunque Pedro Sánchez pueda llegar a sentirse tan poderoso como para sostener a un vicepresidente imputado por el Tribunal Supremo, si llega a darse el caso.La sentencia del Supremo sobre Gürtel dará mucho juego a todas las partes, ajenas, por mucho que se chillen, de la realidad sanitaria, social y económica de España. En Génova confían en que no sea otro golpe para el nuevo equipo, pero a ellos también les interesa hacer ruido para desenfocar lo que diga el Supremo. Aunque bajo estos pulsos de exhibición de testosterona, los libren ellos o ellas, se les olvide hincar el diente en lo importante. Por ejemplo, desde la moción de censura toda la aportación revolucionaria a la causa de la mujer ha sido una ley de libertad sexual, confusa e inacabada, y recuperar la agitación del aborto libre de las menores sin permiso de sus padres. Con eso no comen las mujeres de la barriada de las Tres Mil, de Entrevías o de El Raval. Pero los políticos y las políticas seguirán esta semana a lo suyo, midiéndose la testosterona.