Opinión
Menú de confinamientos
Cuando la salud pública fracasa, entonces llega la catástrofe con su intolerable secuela de muertes, o el confinamiento. La primera fue lo habitual en las viejas epidemias, desde la antigüedad hasta casi nuestros días. El segundo es una innovación introducida por la China de Xi Jinping con ocasión del Covid-19, tal como señaló la OMS de manera inmediata: la decisión del gobierno chino en aquel 23 de enero de 2020 fue «una acción sin precedentes en la historia de la salud pública». La detección de los infectados, el rastreo de sus contactos, la imposición de cuarentenas y su vigilancia, el aislamiento de los enfermos, la exigencia de normas de conducta individual, el cierre escolar o la restricción de actos públicos, son esos instrumentos de la salud pública que entonces quedaron en entredicho. Y ahora también.
Cuando, en un país descentralizado, un gobierno nacional incompetente discute y se impone sobre otro regional en este tipo de asuntos, es que algo va muy mal. Pongamos que hablo de Madrid. ¿Es ese algo el sistema de salud pública o sólo estamos debatiendo de política? Tengo la impresión que ambas cosas se han ido entrelazando hasta formar un lío inextricable. Porque lo cierto es que, en Madrid, a finales del mes de julio, con quince días de retardo con respecto al conjunto de España, los contagios por Covid-19 se fueron multiplicando hasta que llegó octubre. A lo que parece, el freno de la última quincena puede ser el fruto de unas medidas de reforzamiento de los servicios autonómicos de salud pública –eso sí, cuantitativamente poco detalladas–. Pero el gobierno regional insiste en que han sido sus confinamientos locales lo que cuenta, aunque sin ofrecer un análisis estadístico que lo corrobore. Lo que hay que comprobar es si la salud pública ha fracasado otra vez. Entonces tendría sentido la discusión acerca del menú de confinamientos. La razón estaría al lado de quien fuera más efectivo para controlar la epidemia y sus secuelas económicas. Me temo que nunca llegaremos a saberlo porque lo que a los políticos interesa es su pelea de gallos.
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