Nacionalismo

La versatilidad del PNV

El PNV está a punto de conseguirlo una vez más. Si los acontecimientos se desarrollan como están descritos, su voto favorable (aún no confirmado) a los presupuestos del Gobierno Sánchez-Iglesias será dadivosamente retribuido con la cesión del control de las prisiones y del régimen económico de la Seguridad Social. No se trata de dos insignificantes naderías, y avanza así un paso más la progresiva conversión del Estado en algo irrelevante en algunos territorios. Si los presupuestos obtienen los votos necesarios, el PNV ayudará a apuntalar la legislatura y dará a la coalición PSOE-Podemos vitaminas para consolidarse en el poder.

La normativa electoral vigente, establecida en la Transición, ha resultado ser extraordinariamente generosa con los nacionalismos centrífugos. Les ha suministrado una fuerza parlamentaria que no se compadece con la limitada capacidad de reunir votos que tienen en las pocas circunscripciones en las que presentan candidatos. Y el PNV ha manejado con maestría esa influencia suplementaria.

Ha sabido sacar beneficio de todo y de todos. Estrujó a la UCD en los albores de la democracia, aprovechó el terror provocado por ETA para engordar el autogobierno vasco, condicionó a Felipe González, a Aznar y a Zapatero. Y su obra maestra (hasta el momento) está fechada hace poco más de dos años. El 23 de mayo de 2018 dio su apoyo a los presupuestos de Rajoy a cambio de apetecibles viandas políticas y económicas para el gobierno vasco. Los medios informaban aquel día de que el líder del PP se aseguraba una desahogada travesía política que le permitiría culminar su mandato. Nadie podía imaginar que a ese mandato le quedaba poco más de una semana por delante. Pedro Sánchez presentó una moción de censura y el 1 de junio los mismos cinco diputados del PNV que nueve días antes habían sido determinantes para aprobar los presupuestos del PP, nueve días después lo fueron para convertir en presidente al líder del PSOE. Por el camino, los nacionalistas vascos también abrieron la mochila para que se la llenara de gratificaciones el nuevo gobierno socialista.

Los nacionalistas vascos han sido siempre un ejemplo de versatilidad e inteligencia, entendidas ambas cualidades en el ámbito de sus intereses particulares. En ocasiones, tales intereses han coincidido con el interés nacional. Solo en ocasiones. Su capacidad para gestionar las debilidades ajenas es proverbial. Han evitado caer en los errores cometidos por sus fogosos amigos catalanes que, llevados por una pasión muy mal entendida, han visto ya a tres presidentes de la Generalitat consecutivos cometer ilegalidades para acabar ante la Justicia o viviendo a la fuga. Mientras, el lendakari Íñigo Urkullu mantiene su despacho en Ajuria Enea, no atisba rivales inmediatos y con el mando a distancia interviene en las cosas de Madrid. Muy pronto tendrá la posibilidad de manejar la política penitenciaria y será él quien decida el régimen en el que cumplen sus condenas los presos de ETA. Y será, también, quien abra el melón de lo que en el futuro pueda ser lo que todavía hoy es una Seguridad Social de todos los españoles.