Opinión

¿La hora de Casado?

«Si yo hablaba bien de ti y tu hablabas mal de mí, eso viene sencillamente a demostrar que los dos estábamos equivocados». La frase del fallecido Pérez-Llorca dedicada a un adversario político, aunque del mismo espectro ideológico, viene también a ajustarse casi como un guante a lo contemplado esta semana durante el diferendo dialéctico entre Pablo Casado y Santiago Abascal a propósito de una moción de censura que, claramente ha apuntalado el liderazgo del segundo al frente del PP –el cierre de filas de los «barones» destacado ayer por esta periódico es prueba de ello– aunque arroja inevitables incógnitas sobre el efecto real que este desmarque frente a Vox va a tener en términos demoscópicos entre un electorado de la derecha sumido en la melancolía de la ausencia de unidad.

Con independencia de lo volcado por la parroquia de la formación de Abascal en redes sociales, lo cierto e innegable es que en términos políticos la moción, ni consiguió el presunto objetivo inicial de llevar a «negro» la figura de Casado, ni ofreció ante los ciudadanos una alternativa real de gobierno encarnada en Abascal y es que, una cosa es la facilidad para recolectar votos por la vía fácil de discursos rayanos en el populismo y otra muy distinta es ofrecer equipos sólidos con capacidad de gestión para afrontar los grandes y reales problemas de un país. Al hilo de esto es muy probable que más de un estratega de Vox todavía se esté preguntando dónde reside la plusvalía política de atacar a la Unión Europea incluso comparándola con la antigua Unión Soviética, cuando estamos hablando, no solo de quien nos va facilitar decenas de miles de millones de euros en ayudas a fondo perdido para afrontar las consecuencias de la pandemia, sino de quien colaboró de manera innegable en cambiar la cara de España en términos de modernidad.

Tiene razón Abascal al lamentar en las palabras de Casado alusiones a lo personal, especialmente lo de los «15 años dándole de comer», sobre todo porque cuando el primero era concejal en Llodio con sueldo testimonial, el segundo ya era asesor en la Moncloa de Aznar, pero hará bien el líder de Vox en no trasladarlo al ámbito del entendimiento institucional en comunidades y ayuntamientos, porque solo sobre él recaería explicar al votante de derechas una ruptura en Madrid, Murcia o Andalucía. Veremos cómo reposa el fuerte café del pasado jueves.