Opinión

Jóvenes y toque de queda

El toque de queda es letal para el turismo y para la hostelería, dos sectores fundamentales en una economía como la española. Se sacrifican por la salud, un bien más importante que el Gobierno, incapaz de salvar el turismo y la hostelería, también es incapaz de preservar.

La medida responde a una cierta demanda que ha ido cobrando fuerza en las últimas semanas, desde que empezaron las clases, en particular el curso universitario. Viene autorizada, por así decirlo, por el aumento del porcentaje de contagiados jóvenes. Así es como se ha llegado a poner buena parte del foco de la lucha contra el covid-19 en los jóvenes.

Lo de la lucha es un decir, claro está. A estas alturas, nadie se toma en serio a los políticos en este asunto. Sabemos que se toman las medidas a ciegas, a ver si con un poco de suerte se acierta. Eso sí, esas medidas siempre tienen motivos partidistas.

En lo que se refería a la declaración del estado de alarma, el motivo era la voluntad de Sánchez de obligar a todas las Comunidades Autónomas a ir al Congreso e implorárselo. Al no haberlo conseguido, ahora se trata de poner en un brete a un Partido Popular que se ha emancipado de los de Vox.

La interpretación política de lo que está ocurriendo va un poco más allá de lo puramente partidista si se tiene en cuenta el matiz, nada irrelevante, que aportan los jóvenes. El decreto del Gobierno da respuesta a la sensación de que los jóvenes son unos irresponsables.

Se dirá que los jóvenes juegan el papel de chivo expiatorio, pero hay algo más. Y es que los jóvenes son la viva representación de una sociedad que ha aspirado a un grado de autonomía cada vez mayor. Y habiéndolo conseguido, no sabe lo que hacer con ella en cuanto se ha presentado la primera crisis seria.

La situación no iba bien antes, pero la epidemia del covid-19 ha puesto de relieve todas las contradicciones y todas las deficiencias. En este caso, las de una sociedad desconcertada con la libertad que ella misma ha promocionado. Incapaz de imaginar y de poner en marcha herramientas adecuadas, el Gobierno, en su nombre, recurre a las más represivas: estado de alarma y toque de queda. Y es, al parecer, que la autonomía de jóvenes y ciudadanos lo era sólo si estos ignoraban cualquier responsabilidad personal.

De las consecuencias de sus actos también se encargaba el Estado, un Estado cada vez más gigantesco a medida que crecía la supuesta autonomía, o los derechos, de cada uno de nosotros.

Era la nueva ciudadanía, que está mostrando una disfuncionalidad cada vez más honda, como tenía que ocurrir cuando a los actos de cada uno se les sustrae las consecuencias que tiene siempre para los demás y para el conjunto de la sociedad.

Ahora ya lo hemos comprobado: la política de la irresponsabilidad aboca a la represión (y, por supuesto, al desastre económico). Y como era de esperar, Sánchez no quiere que se hable de «toque de queda». Será amor y empatía.