Opinión

Odiar al Gobierno

En el Ministerio de la Verdad donde se sienta Pablo Iglesias andan ya recopilando nombres en una lista negra. Querer penar los mensajes contra el Ejecutivo en las redes sociales es muy democrático y seguro que cuenta con el visto bueno de todas instancias del Parlamento Europeo. Esa es la verdadera reforma del régimen del 78 donde en la televisión se cantaba «Quiero ser una zorra» o Almodóvar travestido -el que ahora teme más a la derecha que a la pandemia- podía berrear sin que el ministerio de Igualdad le amonestara (porque no había): «Quiero ser mamá, le enseñaré a vivir de la prostitución». Cuando al rapero Valtònyc le condenaron por escribir los versos más bellos de la antología española, como «Puta policía y puta monarquía», «Quiero transmitir a los españoles un mensaje de esperanza, ETA es una gran nación» «El Rey tiene una cita en la plaza del pueblo, una soga al cuello y que le caiga el peso de la ley» o «Mataría a Esperanza Aguirre, pero antes, le haría ver cómo su hijo vive entre ratas», el hoy vicepresidente Iglesias estalló como una canción del susodicho: «Los corruptos esquiando y los raperos a la cárcel». ¿En qué quedamos? Un rapero ultraderechista, igual de bestia y deplorable, no tendría la misma consideración. El lechero no llamaría a su puerta a las seis de la mañana. La libertad de expresión se ha convertido en un pedazo de blandiblú, esa masa que parecía un moco verde, que cada uno moldea a su antojo para colocar mordazas, de la boca a los genitales, para tapar toda la mierda que no gusta. El rey sodomizado es una obra menor que solo existe por el escándalo. Que sea una basura no pretexta su prohibición. Pero es el precio de la libertad, escuchar no solo los piropos y las loas al Gobierno sino también las críticas y algún exabrupto. Ya se encarga el Código Penal de los delitos de odio. ¿Y quién decide lo que es un mensaje de odio? ¿Los mismos del Ministerio de la Verdad? ¿Se puede hacer alguna coña con el moño? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a poner la lista roja? La Stasi viene a rodar la triste vida de estos días de muerte. No comente nada a sus vecinos. Nos vemos cantando el «resistiré» y pidiendo a La Veneno, ¡digo! que rece por nosotros. Quién lo diría.