Opinión

Puñetera locura

Es cierto que Felipe González –como todo «jarrón chino»– no tiene ya dentro del partido socialista capacidad de influencia y si acaso le queda una ascendencia circunscrita a la autoridad moral. Lógico por otra parte teniendo en cuenta que ya hace su tiempo que dejó de estar bajo los achicharrantes focos y que sus periódicas apariciones públicas se realizan desde la comodidad que confiere la contemplación del devenir político desde el tendido 1. Pero ello no significa que González esté falto de razón, cuando se refiere como ha hecho esta semana a la manera en el cómo y el quienes llevarán a cabo la «cogobernanza» en la gestión del estado de alarma que quedará aprobado esta misma mañana en el congreso de los diputados. La «puñetera locura» a la que aludía el expresidente en realidad tiene mucho que ver con el gran interrogante a propósito de la eficacia real de nuestro modelo autonómico, nacido de aquél «café para todos» justificado en su momento, pero cuyo poso tal vez se nos esté atragantando por causa de la pandemia.

Vaya por delante que no comparto la posición de Vox contraria a la existencia misma del estado de las autonomías, entre otras cosas porque el sistema con todos sus defectos ha conseguido canalizar desde el ámbito institucional todo el innegable potencial de pluralidad que forma parte de la riqueza del país, pero ello no de debe impedirnos reconocer que el covid ha desvelado unas desnudeces del modelo territorial, que comienzan a clamar, no tanto por una revisión del sistema como por la introducción de nuevos y unificados criterios legales que acaben con la sensación de desbarajuste ante los sufridos ciudadanos y asumiendo que el estado de las autonomías –como otras muchas cosas– no se construyó previendo catástrofes como la que enfrentamos todos los españoles ante la pandemia y con independencia de cuál sea nuestra región de residencia.

Resulta como poco indicativo cuando contemplamos la dureza inmisericorde de alguna prensa europea sobre nuestra situación –y aquí habría capítulo aparte para los enemigos del país– que sea el supuesto «carajal» territorial el primer tema puesto en cuestión. Da para hacérnoslo mirar, especialmente tras un verano en el que unas y otras administraciones daban la imagen de «rezar para que llueva» a la hora de agilizar medidas, por no hablar de la pregunta del millón a propósito de la utilidad del senado como cámara territorial. Ergo toca un serio «reseteo».