Opinión

Camino de moderación

Dice el sabio chino Lao Tse que la moderación es la mejor virtud para gobernar a los hombres y servir al cielo. A Pedro Sánchez lo de servir al cielo, a pesar de su reciente muestra de devoción al Papa Francisco, no parece que le preocupe demasiado. El cielo puede esperar. Dicen, por cierto, que sus encuentros en el Vaticano fueron menos complacientes con el político español de lo que se dio a entender en La Moncloa. Había serias razones para la incomodidad. Hay un concordato vigente y quedan algunas cuentas pendientes relacionadas, sin ir más lejos, con la moral familiar de la Iglesia, que rechaza el laicismo y la ideología de género y defiende radicalmente la vida humana y la enseñanza religiosa en las escuelas. Es lo que trasluce la foto oficial, en la que el Papa, escoltado por el presidente y su mujer, aparece con semblante marcadamente serio. Pero, en todo caso, este viaje a Roma no le viene mal al dirigente socialista para aparecer moderado y dar cierta confianza a los electores católicos que veían con preocupación la deriva del actual Gobierno de coalición hacia actitudes ideológicas y gestos que recordaban al Frente Popular, de triste memoria. Seguro que Sánchez piensa que el poder bien vale una misa.

En cambio, en lo de gobernar con moderación se observan pocos esfuerzos. La política no ha entrado en el camino de perfección. El giro del Partido Popular al centro, apartándose de posiciones extremas por su derecha, no ha tenido correspondencia por el otro lado. Pablo Casado sorprendió a muchos, con esta arriesgada ruptura, dando un paso histórico hacia la moderación de la vida pública en España cuando estaba más arriscada. Pero esto servirá de poco si Pedro Sánchez no hace lo mismo por su flanco izquierdo, rompiendo con sus socios extremistas. Como dice Francesc de Carreras, que acostumbra a dar en el clavo, después del paso del PP al centro, «ahora falta que ese paso al centro amplio lo dé también el PSOE, atascado desde hace unos años en coaliciones y alianzas con partidos populistas y nacionalistas que continuamente están desestabilizando este sistema con la voluntad explícita de acabar con él». Pero esto es mucho pedir cuando se está preso de determinados condicionantes ideológicos –se lo soltó a la cara el otro día el Papa– y cuando el objetivo es seguir ciegamente en el poder.