Opinión
Declaración injustificable
Tras escuchar las declaraciones de apoyo a ETA por parte del párroco de Lemona, la primera pregunta que me vino a la cabeza ¿cómo puede una persona ser capaz de ejercer el sacerdocio católico y defender el asesinato? A continuación ¿con qué frialdad puede equiparar a quienes matan inocentes con sus víctimas? Gracias a Dios que la tradicional lentitud de la Iglesia en su sincronía con el sentir de la sociedad, se quebró y se tornó esta vez en rapidez para, al día siguiente, el obispo de Bilbao, Mario Iceta, suspendió de su condición de párroco al tal Mikel Azpeitia, como así se llama el referido presbítero.
El problema no es que ahora pida perdón y «pelillos a la mar» sino tener semejantes convicciones simultáneamente con el sentimiento del amor, principal Mandamiento de su religión. ¿Cómo dice que esta es una guerra de una nación contra otra nación? ¿Se lo preguntamos a aquellos marinos vascos que sirvieron y creyeron en España como Blas de Lezo, Juan Sebastián Elcano, Churruca y demás? No hay nada que conquistar en una tierra de centenaria raíz española.
Me entristece conocer la identidad de quienes han ayudado a ETA desde el clero, seminarios y sacristías, que hoy alguien iguale los casi 900 asesinados y miles de víctimas con sus asesinos.
Como comenta mi amigo Rogelio, parece que curas como este se están viniendo arriba en el pontificado de Francisco, quien tan desacertadamente afirmó que «iré a España cuando haya paz». Convenzase, aquí no hay más guerra que la batalla contra la COVID-19, guerra hay entre Israel y Palestina, territorios que por cierto Francisco sí ha visitado. Si sigue así, según mi amigo, la fe se convertirá en un pilar aún más necesario para mantenerse fiel al catolicismo. Así es la vida.
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