Opinión

Defensa del español

Del español, como escribió Umbral, se puede sacar un soneto o un cuchillo. Es lo que le da valor y lo convierte en una de las lenguas más hermosas y más habladas del mundo. Lo expresó bien Fray Luis de León, el humanista que inauguró la modernidad: “Nuestra lengua recibe bien todo lo que se le encomienda, y que no es dura ni pobre, como algunos dicen, sino de cera y abundante para los que la saben tratar”. Del maltrato que recibe hoy desde los organismos públicos y privados, contaminándola de anglicismos y cargándola de vulgaridades, habría mucho que hablar, pero hoy es más urgente defenderla del desprecio y arrinconamiento que sufre en algunas regiones de España con la complacencia irresponsable de los poderes públicos. No comprenden que al español, por la cuenta que nos tiene, hay que cuidarlo como oro en paño.

El caso es que con la “Ley Celaá”, que nace como todas las anteriores sesgada y cargada de ideología, lo que la convierten automáticamente en transitoria, se pretende, al parecer, arrinconar un poco más al español en las aulas de las comunidades donde campan a sus anchas los nacionalistas. Se trata de una concesión a estos aprovechando el chalaneo de los presupuestos. Se llama “ inmersión lingüística”, un eufemismo, y afecta a Cataluña, Comunidad Valenciana, Baleares, el País Vasco y supongo que Galicia, o sea, a media España. El “sanchismo” y Podemos aceptan la enmienda de Rufián (ERC), que consiste en suprimir el español como “lengua vehicular”, sin percatarse de que juegan con fuego. La lengua es, como se sabe, la principal arma de los nacionalistas -el cuchillo en la boca- para aspirar a la independencia. Y en las aulas se prepara silenciosamente el futuro. Si se orilla y desprecia el español, se orilla y desprecia a España. Con tal de seguir en el machito, Sánchez e Iglesias ignoran la advertencia del Tribunal Constitucional hace apenas un año: “En ningún caso ha de otorgarse prevalencia o preponderancia a una lengua sobre otra”. Pues ya ven.

Y, sin embargo, el español es lo que nos queda. Recuerdo aquí aquel soneto de Dámaso Alonso: “Yo exclamo “amigo”, y en el Nuevo Mundo, / “amigo” dice el eco, desde donde / cruza el Pacífico, y aún suena…” Pero el idioma español no es sólo la patria del escritor, es la patria de todos. Es nuestro modo de entender el mundo.