India

India, entre China y Occidente

India cuenta con una élite bien preparada de expertos en TIC´s, biotecnología y ciencia básica, pero carece de la gran fuerza de trabajo cualificada de China para procesos industriales sencillos en planta

Manuel Sánchez Cánovas

Tras el ataque de la RP China a las fronteras indias en el Himalaya, Delhi parece alinearse con los grandes países occidentales y sus aliados en Asia. Sin embargo, existen grandes obstáculos en el camino hacía alianzas económicas y de Seguridad para contener a la China agresiva.

Por una parte, India dice mantener una alianza estratégica con los miembros del Diálogo Cuadrilateral (QUAD) –EEUU, Australia, Japón e India–, reforzada por recientes acuerdos con Japón y Australia. Por la otra, también pertenece al triángulo Rusia-India-China (RIC) y la Organización de Cooperación de Shanghai, siendo uno de los BRICS, instituciones que responden claramente a los intereses de Pekín. Con la Unión Europea, cuya presencia militar en Asia es mínima, la cooperación se centraría en ejercicios navales conjuntos para mantener la libre circulación marítima bajo normas internacionales, limitar la piratería y la creciente presencia China en el Índico.

Delhi ponderaría así sus opciones. En suma, cierta «Falta de Compromiso Estratégico», serviría para no romper su política tradicional de neutralidad. Así, tras los ataques en el Himalaya, aunque India haya prohibido Tik Tok y cientos de aplicaciones chinas en su mercado en represalia, o el portaaviones americano Nimitz y su grupo de batalla efectuaran maniobras conjuntas con la marina india, en pos de «un Indo-Pacífico libre y abierto», Delhi sigue manteniendo los canales de París y Moscú, para aprovisionarse de armamento sofisticado.

Según el Instituto Finlandés de Estudios Internacionales, las relaciones con la UE a nivel comercial y de inversiones estarían atascadas desde 2007: India rechaza aplicar las duras medidas que la UE impone en materia de Propiedad Intelectual, Derechos Humanos, Sociales y Medio Ambiente, criticando los subsidios agrícolas europeos, y sus cuotas para visados de profesionales indios cualificados. Por otra parte, la UE se opone al proteccionismo indio: arancelario, como en el automóvil, o no arancelario, con barreras técnicas. Aunque el comercio entre la UE e India haya crecido un 70% en una década, hasta los 90 mil millones de euros en 2019, sólo es el 1,9% del europeo: un 11% del comercio de la India. Cifras pequeñas si se comparan con el comercio e inversiones con China; si el stock de inversiones directas de la UE en India eran 68.000 millones, el de la UE en China eran 175.000.

Aunque los niveles de desigualdad, falta de transparencia y corrupción sean excesivos en ambos países, el capitalismo chino ha sido mucho más rápido y eficiente para movilizar recursos. En suma, el PIB de China dobla, con creces, el hindú, y a la vista del reciente conflicto en el Himalaya, es bastante difícil que la UE comprometa su relación con Pekín propugnando acercarse a Delhi.

India cuenta con una élite bien preparada de expertos en TIC´s, biotecnología y ciencia básica, pero carece de la gran fuerza de trabajo cualificada de China para procesos industriales sencillos en planta. Finalmente, mientras ésta lidera la generación de puertos; redes de telecomunicaciones digitales, hombres de negocios y carreteras en Asia Central y del Sur, con su Ruta de la Seda, India mira con envidia, al carecer de las mismas, así como del sistema financiero y empresarial para construirlas. Y Europa todavía sigue explorando las escasas avenidas de colaboración en términos de la interconexión entre Europa e India.

Existirían pues otros aspectos que limitarían la intensificación de unas relaciones económicas con Occidente, que beneficiarían a India especialmente tras la devastación del COVID. La gran creatividad y los logros de la democracia multicultural más grande del planeta, contrastarían con la creciente intolerancia institucional y censura, factores limitativos para las industrias del conocimiento, además de las tradicionales fuentes de inestabilidad en India: las grandes diferencias sociales, interétnicas y religiosas.

El tipo de reformas, políticas, la baja seguridad jurídica y capacidad administrativa, lentitud e impedimentos burocráticos, están en los planes de inversión de las empresas occidentales. Por ejemplo, la fábrica del automóvil Tata Nano, retrasada años por miles de procesos judiciales, relativos a una miríada de títulos de propiedad sobre los terrenos, o la lenta liberalización de la inversión extranjera en el comercio al por menor. Si bien el primer IKEA abre en China en 1998, se tardaron 20 años en abrir el primero en India; en 2008 por no haber apenas había supermercados.

Es aquí dónde toman prominencia asuntos como la protección de datos, los estándares en las TICs, la Inteligencia Artificial y la 5G, a la vista de los recientes problemas de Seguridad y competencia con China, desde el COVID. India tendría pues que tomar partido, ya que intentar beneficiarse de los desarrollos chinos y occidentales a la vez, en tecnologías punteras, pueda tener consecuencias inesperadas.