Los estudiantes de pedagogía saben que las amenazas no son una buena manera de educar. A los niños no hay que amenazarlos, en todo caso los padres deberían castigarlos cuando hacen algo malo (tomando las debidas precauciones para no resultar –los mismos padres– encarcelados por sancionar a sus díscolos pequeñuelos, ya que la ley protege a los menores hasta extremos...
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