Estados Unidos

66 días de oscuridad

Los más románticos sueñan con mudarse a Utqiagvik, para vivir más de dos meses en una noche eterna

Cada año, por estas fechas, la Prensa estadounidense se hace eco de un impresionante fenómeno natural. En el pequeño pueblo de Utqiagvik, al norte de Alaska, se pone el sol a mediados de noviembre y no vuelve a salir hasta dos meses después. Es la localidad más septentrional de todo Estados Unidos, la más cercana al Polo Norte, donde el sol se oculta el 18 de noviembre y sus habitantes entran en la conocida como «Noche Polar» durante 66 días.

En Utqiagvik, antes conocida como Barrow, el sol se ocultó a las 13:30 del miércoles y no amanecerá hasta el 23 de enero. La última puesta de sol se puede seguir en directo desde una cámara web del Instituto Geofísico. Hay incluso quien viaja hasta este helado y remoto municipio de Alaska para vivir la fiesta de la última puesta de sol. Un espectáculo que, siendo el mismo, nada tiene que ver con los otros famosos de El Palmar, en Cádiz o los de la isla griega de Santorini.

En los informativos, los meteorólogos dan explicaciones sobre la inclinación del planeta, la causante de este fenómeno de la naturaleza. Mientras, los más románticos sueñan con mudarse a Utqiagvik, para vivir más de dos meses en una noche eterna.

Me pregunto qué pasaría si Jesse y Céline, los protagonistas de “Antes del Amanecer”, se hubieran conocido en Utqiagvik en invierno y no en Viena en verano.

Debido a la inclinación de la Tierra en invierno, el sol no logra elevarse por encima del horizonte en el Círculo Polar Ártico, lo que sume a los 4.500 habitantes de esta parte del globo en un ocaso de nueve semanas y media. Sin embargo, los meteorólogos también puntualizan que esta falta de amaneceres no significa una oscuridad total, pues durante ciertas horas del día se pueden vislumbrar los objetos del exterior. Algo que los puristas llamarían penumbra.

Al margen de poetas, geofísicos y amantes noctámbulos, la mayoría de los que leen sobre Utqiagvik sienten una mezcla de pena y condescendencia. Vivir sin sol es un drama. Vivir sin la luz que marca los ciclos circadianos, una pesadilla. Si hay algo que resultó durísimo en el confinamiento anterior fue no poder salir a la calle, a pasear, hacer deporte o tomar una caña a las horas de más luz. Lo bueno ahora es que las autoridades científicas nos recuerdan los beneficios de la vitamina D en la lucha contra el coronavirus.

El diario «Usa Today» publicó que los habitantes de Utqiagvik afrontan estos 66 días (o noches) tomando suplementos de Vitamina D y sus «Happy Lights». Unas lámparas de terapia de luz solar natural que imitan al astro rey. Mi amiga Lara tuvo una. Pero no vivía en Alaska, sino en Bruselas.

En Bélgica, en invierno, la vitamina D también está bajo mínimos. En diciembre de 2017, el sol sólo brilló en territorio belga una media de 11 minutos al día. Tan solo 5 horas en todo el mes debido al mal tiempo y las nubes que cubren el país. En Málaga, por contra, se disfruta de 150 horas de sol en diciembre. Por eso quieren jubilarse allí los belgas.