Inmigración
Marruecos y la inmigración
La situación producida por el aluvión de llegadas a nuestras Islas Canarias de inmigrantes irregulares procedentes de las costas marroquíes sitúa nuevamente en el foco de interés político y mediático el grado de colaboración entre nuestros vecinos del Reino Alauita y España en la lucha contra ese fenómeno. Lo primero que procede decir es que sin la colaboración marroquí, la contención de ese problema sería muy difícil, por no decir imposible, dada la realidad de la vecindad con Marruecos, que en Ceuta y Melilla se constituye incluso como la única frontera terrestre de la UE en África. Además, es tan evidente el linde marítimo compartido tanto en el Mediterráneo como en la fachada atlántica que no requiere más justificación.
Si a la inmigración irregular le añadimos las amenazas del terrorismo y el narcotráfico –con rutas que afectan a Marruecos que unen Sudamérica, África y Europa– resulta evidente que para España la estabilidad de Marruecos es estratégica, y no meramente coyuntural. Así lo han entendido normalmente los Gobiernos españoles hasta ahora, con alguna excepción, con una estrecha cooperación bilateral bajo el principio de lealtad institucional recíproca.
De esta manera ha sido hasta que el actual «cogobierno» de Sánchez e Iglesias ha actuado con irresponsabilidad y deslealtad con nuestro vecino, nada menos que en la cuestión del Sáhara, tan sensible como vital para Marruecos. En Canarias están viendo ahora en primera línea las consecuencias de tener a Iglesias durmiendo con Sánchez, juntos en la Moncloa.
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