Bélgica

El misterio de las pizzas, a punto de resolverse

«Me gustaría saber quién me ha estado volviendo loco durante todo este tiempo. Y quien lo haya hecho se arrepentirá»

En junio, una broma muy pesada en el municipio de Turnhout, en Amberes, dio la vuelta al mundo. Un medio flamenco sacó a la luz que Jean Van Landeghem, de 65 años, llevaba nueve años recibiendo pizzas que él no encargaba. Una pesadilla recurrente también en términos económicos –pues las pizzas no llegaban pagadas y cada día comenzaba una nueva disputa con el repartidor que exigía a Van Landeghem que abonase el importe– . Hubo algún día en los que mandaron a su domicilio 14 pizzas a su nombre. Van Landeghem estaba desesperado y traumatizado. ¿Cómo podría haberse ganado unos enemigos así? ¿A quién le habría hecho tanto daño?

Hoy, seis meses después, el misterio está mucho más cerca de resolverse. Gracias a que la broma en Turnhout saltó a todos los medios internacionales, la Policía belga abrió una investigación y ya tiene sospechosos. Sin embargo, esto podría suponer un nuevo varapalo para Van Landeghem, pues se trata de una pareja de amigos del sexagenario. Los agentes han incautado sus teléfonos móviles y ordenadores como parte de la investigación. «Estoy convencido de que no tienen nada que ver con todo esto. ¡Son mis amigos desde hace diez años!», ha confesado el propio protagonista a «Het Laatste Nieuws». Obviamente, Van Landeghem tiene muchísimas ganas de resolver este enigma: «Me gustaría saber quién me ha estado volviendo loco durante todo este tiempo. Y quien lo haya hecho se arrepentirá». Es más, los periodistas de «Het Laatste Nieuws» explican que el jubilado belga está traumatizado y hasta se rompió durante la sesión fotográfica del reportaje al posar con unas cajas de pizza. Quizá parezca una mera inocentada, pero un acoso tan repetitivo y prolongado en el tiempo deja huella. Él mismo reconoce que no logra encontrar la serenidad y que cada vez que escucha el ruido de la moto de un repartidor a través de la ventana, tiembla. Y es que durante estos nueve años, había días con varios pedidos en una misma jornada, incluso en otras ocasiones, a la misma hora, aparecían dos repartidores a la vez en el rellano de su puerta. «Todavía duermo muy mal», ha señalado.

Lo único positivo no es sólo que esté a punto de desenmascarar al acosador anónimo y por fin resolver el caso que le ha martirizado durante sus últimos nueve años de vida, sino que desde hace seis meses, las pizzas a su nombre han desaparecido. «Afortunadamente, desde la cobertura mediática del caso todo está en calma. Parece que el perpetrador se asustó ante todo el ruido que hubo», indica Van Landeghem, que en junio recibió a periodistas de varios países del mundo y hasta llamadas desde Estados Unidos. También los establecimientos, alertados por esta campaña de acoso, dejaron de enviar comida a la dirección de Van Landeghem.