Opinión

Lo que quiere decir el Rey, por Carmen Morodo

Nochebuena de la pandemia. Mi interlocutor, bien conectado con Zarzuela, me explicaba esta semana que si el Rey dijera lo que piensa, en las casas de los españoles se podría escuchar este jueves algo bastante parecido a esto. «Me dirijo esta noche a vosotros para explicaros que habría preferido otro destino, en vez de la elección de Abu Dabi, para mi padre. Que su salida de España fue consecuencia de un difícil pacto y que, si sólo de mí dependiese, mi padre estaría en España, en un retiro ético y estético, pero fuera de Zarzuela y de cualquier edificio que forme parte del Patrimonio Nacional.

Mi reinado ha sido un calvario, en el que me he sentido solo, cada vez más solo, por parte de quienes constitucionalmente tienen la obligación de defender la Jefatura del Estado y velar por ella. Desarmado, en medio de unos políticos que no están a la altura de las circunstancias. Por sentido con mi deber institucional, callo ante los ataques que se producen contra una institución que es una de las esencias de nuestro modelo de Estado. Condeno lo hechos con los que se relaciona a mi antecesor y por eso he renunciado a una herencia manchada, suspendí la asignación presupuestaria a mi padre, revoqué el título ducal a mi hermana y he reducido el número de miembros de la Familia Real. Desde la neutralidad que se me exige y respeto, asisto perplejo a la utilización de unos y de otros de esta institución para sacar rédito político, cuando todos saben que no habría consenso en la sociedad para impulsar un vuelco republicano. Yo estoy dispuesto, y así lo saben, a favorecer una actualización constitucional de la Corona y a seguir avanzando en la transparencia necesaria para corregir su crisis reputacional. Pero esta reforma es inviable no porque desde Zarzuela pongamos ningún obstáculo, sino porque quienes tienen que acordar los cambios legislativos no son capaces de ponerse de acuerdo ni en las versiones que dan de sus conversaciones privadas».

Mi interlocutor me explica que Don Felipe está preocupado y afectado por una situación que le obliga a actuar como Rey y no como hijo para separar, si es posible, al presente del pasado. Ha frenado personalmente la vuelta de Don Juan Carlos a Zarzuela y ha debatido intensamente lo que a la institución le conviene que diga en su discurso de Navidad, al margen de lo que le gustaría decir y de lo que Moncloa reescribe.