Opinión
La tercera ola
La tercera ola de la epidemia de coronavirus en España ya ha comenzado, aunque nuestras autoridades sanitarias se resistan a reconocerlo. El día once de diciembre, de manera inopinada, el número de contagios —que había estado descendiendo de forma paulatina desde el cinco de noviembre— experimentó un vuelco y comenzó de nuevo a aumentar a un ritmo diario del 3,45 por ciento acumulativo. Esto es lo que señalan los datos publicados por el Ministerio de Sanidad; y lo que significan es bien sencillo: a esa tasa de crecimiento se produce una duplicación de los casos cada quince días y, pasada la Navidad, veremos cómo se alcanza el mismo nivel de extensión de la enfermedad que había hace mes y medio, cuando el país registró la mayor cifra de contagios de todo el proceso epidémico.
¿Qué es lo que está ocurriendo cuando, hasta hace nada, todas las perspectivas eran optimistas? Esta pregunta no tiene, que yo sepa, una respuesta satisfactoria, principalmente porque los responsables de nuestra salud no han tratado de saber cómo afectan sus políticas de lucha contra la epidemia —cierre de establecimientos, confinamientos, toques de queda y consejos de buena conducta— al curso de ésta. Digámoslo claramente: no tienen ni idea. La prueba más palpable de ello es que la dinámica de la enfermedad ha sido bastante parecida —con mayor o menor intensidad— en todas las regiones, con independencia de la notoria variedad del paquete de medidas adoptadas por sus respectivos gobiernos autonómicos. Realmente no sabemos si es mejor aislar a una provincia o región entera que a un municipio o una zona sanitaria. Tampoco sabemos si es mejor cerrar o abrir los bares y establecimientos de ocio, o los comercios de uno u otro tipo. Ni, por supuesto, conocemos la eficacia de los rastreadores —para determinar su número óptimo— o de las patrullas policiales que reprimen a los transgresores de las reglas de comportamiento colectivo. Se le echa la culpa a la movilidad, que es como hacerlo con el empedrado. Ya es hora de que nuestros gobernantes se lo tomen en serio y empiecen a estudiarlo.
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