Opinión

Húrgura

Ahora que casi todo viene de China, desde el coronavirus a las mascarillas, Fermín Herrero, el mejor poeta castellano de su generación, ha publicado un libro, que se titula «Húrgura», compuesto por poemas breves, en estrofa de cuatro versos, a imitación de los «juéjù» de la literatura china de hace una docena de siglos. Ahí va una muestra, que además viene al pelo por los efectos de la pandemia y la callada aceptación: «En las noches más largas hacer de la mirada/ agua clara, que pasa, un silencio que acompaña./ La rima de la especie sin poso de rencor. / Estoy hablando de los muertos, soy de ellos».
Pero hoy quiero pararme a considerar el título del libro. «Húrgura» es una preciosa palabra silvestre, no cultivada en el huerto de la Academia, que florece sólo en las Tierras Altas de Soria, a un lado y otro de la sierra de Oncala. De aquellos páramos somos Herrero y yo. He aquí una muestra de aquel paisaje: «Acotar unos metros del ribazo y decir, / sin tocarlas: neguillas, cabezuelas, gordolobos, / visnagas, candilejas, malvas, vezas, / mielenrama, lechetreznas y arvejas. Respetarlas». Hoy el viento helado de la Alcarama y la cellisca arrastrarán los cardos por lomas y barrancas.
Dice Fermín Herrero que «húrgura» es una palabra que le fascina por su oscura eufonía alternativa, aparte de que le recuerda los días criminales de invierno en aquella tierra nuestra tan desolada. A mí me pasa lo mismo. Somos los dos, yo en un libro mío y el ahora en éste, los que hemos dado curso a esta hermosa palabra. Él dice que debe de proceder de hurgar, en cuanto a batir, remover o agitar. Yo la escribo sin hache y siempre en plural y sostengo que es onomatopéyica. Lo explico en el epílogo del libro: las «úrguras» son la personalización de la cellisca, la nieve agitada por el viento, que en las noches oscuras, en torno a la Navidad, ululan por las esquinas, recorren los tejados y entran amenazantes por el hueco de las chimeneas. Son temibles si te sorprenden en noche cerrada, perdido en el raso o en el monte, sin un chozo a la vista. «¡Que vienen las “úrguras”!» , nos asustaban a los niños en las noches de invierno.
Recuperar una palabra como «Húrgura» es tan importante, me parece, como salvar el último ejemplar de un ave, un insecto o una planta desconocidos.