Opinión
Compromiso de futuro
Como casi todo es opinable, se puede pensar que hubiera sido mejor que el Rey pronunciara, la pasada Nochebuena, un discurso más proactivo, en la línea del 3 de octubre de 2017. Las circunstancias, sin embargo, son distintas, y ahora no está, como entonces lo llegó a estar, directamente amenazada la base de nuestra convivencia. (Que ninguno de los dos partidos mayoritarios fuera sensible al peligro es otra cuestión, aunque dice mucho de la inopia voluntaria, y suicida, en la que han querido vivir esas organizaciones.) Hoy el Rey no puede, ni tiene que intervenir en la política del día a día. Lo suyo es otra cosa, una acción que el monarca viene ejercitando desde su Proclamación: la afirmación de la nación española, con unas características bien definidas que la Constitución de 1978 establece y la Corona encarna y representa. Entre ellas están la unidad, la libertad, el estado de derecho y de bienestar y, como signo de la renovación ocurrida desde 2014, una ética sin la cual el edificio entero se viene abajo. No vamos a volver a la Constitución del año 12, según la cual los españoles debemos ser «justos y benéficos», además de amar a nuestra Patria, pero quedó sugerido una vez más que el Rey y la Familia Real son los primeros que se atienen a este código más profundo que la ley y las normas. La actitud, por tanto, incumbe a todos.
Como es natural, un discurso en el que el Monarca mismo reafirma con tanta claridad el papel de la Corona y su relación de raíz con la nación y la Constitución tiene efectos políticos. El primero ha sido limitar el debate sobre la propia Corona entre los partidos de Gobierno. Es cierto que uno de ellos gobierna con quienes tienen por objetivo manifiesto acabar con la Constitución, con la Corona y con España, pero ese es otro problema, sobre el que el Rey no puede hacer nada.
Sin embargo, al hacer lo que ha hecho, el Rey también ha cambiado la atmósfera política. El gesto de reafirmación infunde automáticamente seguridad a los españoles que quieren seguir siéndolo en el marco constitucional. Y también invita a los agentes políticos a adoptar una perspectiva distinta acerca de su acción. Estamos a las puertas de un cambio gigantesco en nuestras vidas, que el arranque de la campaña de vacunación simboliza de una forma deslumbrante. Vamos a vivir una época de aceleración de las aplicaciones sociales de los avances científicos –como el extraordinario de la vacuna–, que van a abrir muchas puertas, descubrir otras que ni siquiera imaginamos y dejar atrás otras muchas formas de vivir, de trabajar y de relacionarnos. También las obsesiones de hace más de un siglo propias de nuestros progresistas. Se perdió la primera oportunidad para un gran pacto al principio de la pandemia, pero el Rey ha recordado que siempre, a pesar de las heridas de estos meses, causadas en parte por ese empeño sectario, seguimos estando a tiempo de reconducir la situación para apurar lo mucho que la sociedad española, dinámica y abierta como es, puede aprovechar de lo que está por venir.
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