Opinión
Las lecciones del 20
Hoy jueves le damos el "adiós" con tintes de "que te den" a un año que jamás habríamos imaginado nos traería tanta desolación, tristeza y sobresaltos, de la mano de una pandemia que se ha cebado con ricos, pobres, débiles, poderosos, anónimos o famosos, si acaso sin mayor distinción que la edad. Miles de fallecidos, compatriotas cazados mediante el riego por aspersión con que se ha extendido y sigue extendiéndose este virus. Un año 2020 en el que llegados a esta hora de los balances, tal vez no estaría de más hacer acopio con vistas al futuro de unas lecciones aportadas por la tragedia, que bien leídas deberían hacernos más fuertes.
La sociedad española ha sabido poner a su clase política ante el espejo de sus propias miserias mostrando con toda la solidaridad y reconocimiento hacia los trabajadores del sector sanitario o de las fuerzas de seguridad huérfanos de medios, que los ciudadanos de a pie sintonizan una onda totalmente distinta a la de unos dirigentes políticos más pendientes de la demoscopia y de evitar el desgaste que de haber agarrado por la vía del consenso el toro de la pandemia por los cuernos. A esa lección de la calle se ha unido la del ámbito laboral, porque en contraste con el paso atrás que ha sufrido nuestra economía, el mundo de la empresa privada y las administraciones públicas han dado un salto inimaginable hacia adelante habilitando un hábito del tele trabajo que en muchos casos ya ha llegado para quedarse. Un campo en el que autónomos, comerciantes, hosteleros o restauradores también han sabido reinventarse extremando medidas de seguridad meses antes impensables, sirviendo a domicilio o sencillamente renunciando a cualquier ganancia para que la vida no se pare.
También la ciudadanía -salvadas las lamentables excepciones que acaban abriendo informativos y telediarios- ha dado ejemplo de responsabilidad en el país donde con más constancia se han usado geles y mascarillas, pero si hay que destacar un hito que sigue brindando al ser humano todo un campo de esperanza, ese ha sido el de la celeridad con que la comunidad científica internacional y el empeño de la iniciativa privada han conseguido crear en tiempo récord una vacuna que puede y debe suponer el principio del fin de la pesadilla. Ergo, nefasto año salvo por el master de realismo recibido con vistas al futuro. No desaprovechemos la lección porque es ahora cuando queda todo por hacer. Feliz 21.
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