Vida cotidiana

Los propósitos de Año Nuevo

Los deseos tienen hoy más que ver con la sólida gravedad de la ciencia que con los anhelos de una noche de mazapanes y champán

Este año que nos viene es más de futuros que de futuro, de horizontes más que de un horizonte. En el plural lo que está subrayado es la indefinición, que es el baile en el que andamos metidos ahora, o sea, en un calendario indeterminado, de fechas aunque sin fechas precisas, hecho de improvisaciones y más bien en suspenso por esto del coronavirus y el tiempo líquido al que nos ha arrastrado.

Las campanadas, aparte de las uvas y el show decembrino de la Pedroche, traía consigo la confesión anual con uno mismo y también los propósitos para Año Nuevo. Esto de iniciar los eneros con una lista hecha de enmiendas, aparte de fatigoso, siempre ha sonado a la versión aconfesional y un poco posmoderna del pecador que se promete no volver a tropezar en sus errores veniales o capitales: tiene más de deseo de que de realidad. Pero las conversatas familiares de estas calendas se animaban bastante escuchando al primo, el cuñado, el hermano o el tío de turno largando sobre sus próximos ejercicios de voluntad mientras los demás, con una sonrisa leonardesca, asienten benévolamente, aunque por sus foros interiores anden ya convencidos de sus fracasos.

El hombre, por lo que sea, vive en el mito del renacer periódicamente, como aquel Ave Fénix de antes, que es una cosa de la mítica egipcia o de por ahí. El personal necesita como hacerse este juramento ritual para sentirse metido en el fuego cruzado de la vida y se jura dejar el fumeteo, reducir el vino a la media copita de la cena, apuntarse a la academia para progresar en el bilingüismo escogido, ahorrar para el viajazo estival o la Semana Santa, cumplir con la parienta celebrando bodaza de blanco en la ermita del pueblo natal o la que sea y rebajarse perímetro de cintura apuntándose a un «gym», aunque este año disminuido de cenas y encuentros, como que la báscula no va muy saturada de enormes pesajes.

Ahora que los encuentros familiares se han parecido más un plantón que una quedada entre allegados, nadie habla de los propósitos de Año Nuevo, porque esta Navidad lo único que vibra en nuestras conciencias es el ánimo de que esta Covid se largue cuanto antes para recobrar usos y costumbres, aunque nadie tenga demasiado claro cuándo va a sobrevenir eso. Más que de propósitos de lo que vamos a tirar este año es de esperanza, que jamás se ha tenido demasiado claro si es un optimismo injustificado o una especie de trampantojo de nuestras ilusiones. Los deseos tienen hoy más que ver con la sólida gravedad de la ciencia que con los anhelos de una noche de mazapanes y champán.