Opinión
La librería de Mao
Mao fue un empresario. Irene Vallejo lo cuenta en su libro sobre la historia de los libros: «En 1920, Mao Zedong abrió una librería en Changsha. El negocio funcionó tan bien que llegó a tener contratados a seis empleados –«esa temprana aventura capitalista resultó tan asombrosamente rentable que durante años financió su incipiente carrera revolucionaria»; pero casi medio siglo después «con inexplicable ensañamiento, impulsó la Revolución Cultural, que dejó una estela de libros quemados y de intelectuales sometidos a humillantes sesiones de autocrítica, encarcelados o asesinados» (El infinito en un junco, págs. 307-8).
Esto es cierto, aunque requiere algún matiz. De entrada, el que los líderes comunistas no sean modestos trabajadores no es la excepción sino la regla: la aplastante mayoría de los grandes ídolos de la izquierda, supuestamente representante de las trabajadoras, han sido siempre señoritos, desde Marx hasta el Ché Guevara, y desde Lenin hasta Pol Pot. Casi siempre son universitarios. Nuestro líder progresista, Pablo Iglesias, es solo uno más en la larga tradición de intelectuales y artistas, doctores y profesores, que abrazaron esa ideología tan hostil a la libertad de los pueblos. Por eso, no se entiende la afirmación de Vallejo, en el sentido de que los comunistas fueron «inexplicablemente» crueles criminales. Al contrario, el ensañamiento de la extrema izquierda contra las trabajadoras integra su propia esencia. Millones de cadáveres lo testimonian.
Pero, aunque era un señorito, como el grueso de los líderes izquierdistas, Mao no fue propiamente empresario. Como escriben Jon Halliday y Jung Chang, uno de los fundadores del Partido Comunista Chino, el profesor Chen Tu-Hsiu (siempre son profesores…), le encargó a Mao abrir, efectivamente, esa librería, pero de lo que se trataba era de «vender literatura del Partido» (Mao: The Unknown Story, pág. 23). Y Mao, típicamente, no se dedicó a trabajar allí con entusiasmo, sino que, como buen comunista, ordenó a otros que lo hicieran.
Acierta Irene Vallejo al señalar los crímenes de los anticapitalistas contra las trabajadoras. En realidad, apenas estamos empezando a conocerlos, gracias, entre otros, a Frank Dikötter, que ha escrito una impresionante trilogía sobre los asesinatos masivos de estos pretendidos amigos del proletariado y enemigos de las élites (https://bit.ly/30xKQY0). Dos volúmenes han sido traducidos en Editorial Acantilado: «La gran hambruna en la China de Mao», y «La tragedia de la liberación».
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