Opinión

Meditaciones

La naturaleza nos tiene enfilados. Quizá se esté vengando por cómo la hemos tratado o puede que sea aún peor, y que ni siquiera nos vea ni nos considere. Marco Aurelio, en sus célebres «Meditaciones», nos aconsejaba que corriéramos siempre por el camino más corto, y el más corto es el que marca la naturaleza. Con lo que no contaba quien gobernara el Imperio romano desde el año 161 al 180 es que, a estas alturas, estuviéramos tan desnaturalizados, incluso con nosotros mismos. Estamos tan fuera de lugar, de nuestra propia realidad y nuestra condición, que no sabemos ni comportarnos. Solo hay que ver cómo hemos reaccionado ante el temporal de nieve «Filomena».
Es cierto que en lugares como la ciudad de Madrid ha sido una nevada histórica, pero eso no es excusa para compartamos como niños, con actitudes propias de adolescentes, fiel reflejo de una sociedad infantilizada. Parece que nos hayamos quedado atrapados en las páginas de «Alicia en el País de las Maravillas» , creyéndonos realmente que la nieve, en un acto de amor, besa delicadamente a los árboles y a los campos cubriéndolos con su manto blanco. Lo vemos todo como un cuento, un juego, algo irreal, un pretexto para hacer una foto, grabar un video y colgarlo en redes. Y nos vale todo, desde posar desnudos en la nieve para ganar likes y seguidores, hasta protagonizar guerras de bolas en la calles obviando las recomendaciones, las llamadas a la prudencia y la pandemia que tenemos encima.
Y después viene la realidad, cuando la nieve se convierte en hielo y cae desde el tejado de los edificios, o nos hace resbalar y caer al suelo. Convendría hacérnoslo mirar. La meditación y la reflexión ayudaron a Marco Aurelio a afrontar muchas vicisitudes durante su reinado, entre ellas, una de las peores plagas en la historia de Roma, la peste, la gran epidemia del 166. Y salió airoso.