Opinión
Un año después
Ha pasado un año y parece una eternidad. Cuando se cumple el primer aniversario del Gobierno de coalición, no ha habido humor para celebraciones. En este tiempo se han ido acumulando las desgracias en España, igual que se amontona la nieve de Filomena en las calles. Un año después, España está intransitable. Desde que Pedro Sánchez habita en la Moncloa, no ha habido un momento de respiro. Tiene mala suerte este hombre. Carece, sin duda, de baraca. A la funesta pandemia, con más de ochenta mil muertos, que nos confinó en casa y que sigue campando por sus respetos, siguió el hachazo a la economía, con cierre de empresas, paro y endeudamiento. Y para remate, esto: la gran nevada, seguida de una ola de frío polar.
A la hora del obligado balance, es el momento de pedir cuentas al Gobierno de cómo ha hecho frente a estas calamidades, sobrevenidas como una plaga bíblica. Sobre todo para conocer qué está fallando y tratar de poner remedio. Los gobernantes aseguran que están haciendo todo lo que pueden, pero los resultados, como salta a la vista, no son satisfactorios, no animan a tirar cohetes en la celebración del aniversario. Ha fallado estrepitosamente la manera de enfrentarse a la covid. Ha habido desajustes, descoordinación con las comunidades autónomas y falta de transparencia, todo culminado con la fuga del ministro de Sanidad, Salvador Illa, sin soltar la cartera, a la campaña catalana. Tampoco inspira confianza, cuando hay que hacerse cargo de la tremenda crisis social y económica que se avecina, observar las posiciones enfrentadas entre los dos bandos del Gobierno de coalición. Y en cuanto al deber político de liderar las actuaciones ante la gravedad de la tempestad de nieve y hielo que padecemos, tanto el presidente como los ministros de Interior y Transportes han dado la impresión de quedarse agazapados al abrigo, mientras subía un diez por ciento el precio de la luz, dejando el marrón a las comunidades y ayuntamientos.
Puede que todos los fallos provengan de lo mismo: a España le ha tocado en suerte en el peor momento un Gobierno sin experiencia ni capacitación personal, variopinto, con dos concepciones distintas en su seno en asuntos clave y, sobre todo, muy ideologizado. La vicepresidenta Carmen Calvo ha dicho que acabarán la legislatura para «culminar un trabajo que es bueno para la izquierda». Es lo que importa. Más claro, agua.
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