Opinión

Inmunidad de rebaño

Los especialistas dicen que el peor escenario al que nos podríamos enfrentar en los próximos meses sería uno en el que se combinara la vacunación lenta y la circulación sin control del coronavirus en cepas cada vez más agresivas. Ahora mismo, nuestro país es uno de los que más vacunas está suministrando: el cuarto de Europa. Aun así, a 16 de enero sólo se había vacunado el 1,24% de la población. Si el ritmo continúa como hasta ahora, nos adentraremos en el peor de los escenarios posibles. Es probable que dentro de muy poco una simple salida de casa para comprar, incluso bien protegido con la mascarilla, sea una forma de jugar a la ruleta rusa.
Como siempre, el Gobierno finge haber olvidado las promesas que hizo, en particular los famosos 13.000 puestos de vacunación que iba a poner en marcha, que pronto se descubrió que eran los centros de salud y de los que no se ha vuelto a hablar porque la vacunación se está realizando en otros recintos: hospitales y residencias. (Pablo Iglesias, responsable de asuntos sociales, anda soltando ocurrencias sobre los nacionalistas, el exilio y la Monarquía.) Tampoco ha previsto algún mecanismo de coordinación que permita aprovechar todas las vacunas disponibles. Sigue sin ser utilizado, de media, el 30%.
No será, sin embargo, por falta de medios. Hay personal sanitario dispuesto a colaborar. La red médica privada, tan importante en España, ha propuesto su colaboración. También lo han hecho los propietarios de grandes recintos, que en combinación con las Fuerzas Armadas podrían servir como centros masivos de distribución de la vacuna. Tampoco se utiliza la red de farmacias, ni los servicios de las mutuas. Por lo que se sabe, el Gobierno, además de hablar del exilio republicano, está analizando el «encaje jurídico» para echar mano de algunos de estos recursos, que se han ofrecido en reiteradas ocasiones.
Y sin embargo, la vacunación debería ocupar ahora todo el esfuerzo del Gobierno y de las administraciones autonómicas. Nada es más importante que eso: para salvar vidas, para salvar la economía, para sacar a la población del estupor en el que la ha sumergido el covid y la desastrosa gestión gubernamental. De hecho, resulta incomprensible que los partidos políticos de oposición no insistan en el asunto. Hay vacunas, que están llegando gracias a la Unión Europea. El problema consiste en la distribución. Y una vez más la administración del Estado central demuestra su imprevisión y su incapacidad para el liderazgo y de coordinación. Tampoco se puede decir que las Comunidades Autónomas se hubieran preparado con demasiada antelación. Israel está en cabeza de la campaña de vacunación porque es un país movilizado, patriótico, en estado continuo de autodefensa. China tiene a raya la pandemia aplicando métodos totalitarios. Lo que parece que no funcionan son nuestras democracias blandas y sentimentales, tan perfectamente conformistas que los ciudadanos, anestesiados con tantos derechos como creen tener –la palabra es «disfrutar»–, no protestan ni siquiera cuando sus gobernantes les conducen al matadero prometiéndoles, por si fuera poco, una próxima inmunidad de rebaño.