Opinión

Redes salvadoras

Hay titulares de la prensa políticamente correcta que son irresistibles. Por ejemplo, en “El País” leí esto: “El liberalismo ha debilitado nuestra red de salvación”.

El autor de la joya, para que dejemos de admirar tontamente todo lo extranjero, es el estadounidense Richard Sennet, profesor de la London School of Economics y el MIT. Además, es asesor de la ONU, donde elabora estrategias contra el calentamiento global. Para mayor elogio, el periódico lo define como “incansable defensor del Estado de bienestar”. No se les ocurrió pensar que el Estado no es gratis, y que defenderlo incansablemente equivale a atacar sin descanso a las trabajadoras que forzadamente lo financian.

Sigamos. Resulta que este “reputado sociólogo” está impresionado porque sus vecinos londinenses se han organizado para ayudarse mutuamente. “Este detalle le ha infundido esperanza”. Poca esperanza infunde, desde luego, que a un reputado sociólogo le impresione tal comportamiento cooperativo como si fuera algo extraño a los seres humanos en la sociedad.

Esperanzadora o no, resulta ilustrativa la forma en que este señor razona. Quiere ciudades donde se ande. Pero como resulta que mucha gente vive lejos de su trabajo, y no podría ir andando, “la única forma en que podrían lograrlo sería mediante el control estatal de toda la industria y la descentralización de toda la producción. Económicamente sería muy complicado”. Observe que no dice que sería despótico, sino apenas una complicación económica.

Para mayor confusión, afirma que el liberalismo ha debilitado nuestra red de salvación, que es el Estado, convirtiéndolo “en algo que no funciona”, y como no funciona tenemos que arreglárnoslas por nuestra cuenta.

El final es precioso. Parece que se da cuenta de lo que está diciendo. Independientemente de la falsedad de diagnosticar que los Estados se han reducido en un grado considerable, lo que cualquier contribuyente puede refutar sin ser profesor del MIT, si a don Richard le parece que nos las ingeniamos para vivir sin Estado, entonces ¿para qué lo necesitamos? Podríamos montar en comunidades libres las redes de salvación. Eso sería el fin de la ONU y todos los chiringuitos pseudoprogresistas. Se apresura el profesor a hablar del cambio climático, mano de santo; añade que la escasez de agua “no es algo que fueran a solucionar los capitalistas”, como si el anticapitalismo garantizara la abundancia de agua o de cualquier cosa.