
Coronavirus
Los nadie
Lo que han hecho los dirigentes que se han vacunado antes de lo que les tocaba es muy grave. No solo moralmente sino, también además, políticamente. Su conducta ataca directamente la base del sistema democrático representativo que encarnan, precisamente en un momento en que ese sistema está recibiendo desde diversos ángulos todo tipo de asedios para desnaturalizarlo y acabar con él.
Si unos dirigentes privilegian vacunarse ellos, antes que hacerlo con los colectivos que les corresponde, atacan los fundamentos de ese propio sistema que los acoge. Porque eso significa hacerle perder a ese mecanismo político incluso su función simplemente representativa. Por obra de esas conductas inadecuadas -que priorizan los privilegios de las maquinarias de esos grandes partidos- lo que estarían representando no sería a sus votantes y administrados, ni siquiera a sus afiliados, sino a la propia estructura de los funcionarios miembros del aparato administrativo de cada partido. Lo que se dio en llamar, hace unos años, la casta.
Así, la burocracia partidista se convierte en el dominio de un complejo sistema de influencias y oficinas en las cuales no cabe hacer responsable a los hombres y que es como el dominio de nadie en concreto. Por eso muchos de los espabilados administradores que, cobardemente asustados por la pandemia, han querido saltarse su turno usan para justificarse excusas del tipo de que a ellos les dijeron que tenían que vacunarse o, de manera similar, que todo el mundo en su lugar hubiera hecho lo mismo.
En estos casos, ese “todo el mundo” que, de una manera vaga e inconcreta extienden hacia sus semejantes, equivale perfectamente a nadie en concreto. Su comportamiento traslada una apariencia de astucia que probablemente es solo accidental. Yo entiendo que se consideren a sí mismos como de la mayor y más extraordinaria importancia, pero han de entender que ese coqueteo consigo mismos es algo que nos afecta a todos en este tosco reino de animales racionales que componemos.
La huella que provoca lo que han hecho deja una impresión de pillería e infantil sordidez egoísta, de una torpeza humanitaria, altamente incompatible con la gravedad general que debería en todos los casos respetar su trabajo.
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