Coronavirus
Cierres
En un mundo asolado por dos grandes plagas, las peores que se puedan concebir –la miseria económica y la enfermedad– también prospera una tercera: la ignorancia
En «estepaís» se cierran restaurantes, bares y hoteles, pero se abren los mítines políticos. Hay toque de queda para la hostelería, pero la política tiene horario ininterrumpido. Porque es fama que el coronavirus, muy resabiado y politizado él, el Covid militante y conmilitón, cuando está escuchando las soflamas mitineras se queda calladito, atento y concentrado ante las grandes ideas y revelaciones cruciales que surgen de los megáfonos partidarios, de modo que no muerde, ni contagia, ni enferma, ni mata. Mientras que en los bares –donde han nacido desde la música pop al sindicalismo–, el coronavirus está desatado, con ánimo aspersor, belicoso y mordisqueante. En un mundo asolado por dos grandes plagas, las peores que se puedan concebir –la miseria económica y la enfermedad– también prospera una tercera: la ignorancia, mientras crecen proporcionalmente las tragaderas del común. Nos han impedido salir de casa durante casi un año (para ir a trabajar, porque, si quieres ir a un mitin, te recoge un autobús oficial con colegas, bocata de chistorra y papeleta electoral ya ensobrada), de modo que la vida virtual, internet, se ha vuelto esencial. Su significación ha aumentado de manera espectacular, no solo por el auge del teletrabajo, sino porque la triste vida social que nos permiten se reduce a los contactos electrónicos. Amigos por Zoom, sexo onanista-virtual, peleas internautas, rabia social en redes… De esta manera, los cierres cobran más trascendencia que nunca y los medios de comunicación y redes sociales ocupan la zona de vanguardia de la humanidad. En su reunión (virtual, claro) de septiembre de 2020, el Foro de Sao Paulo, consciente del peso decisivo de la comunicación en estos tiempos oscuros, ordenó a sus «líderes» que se centrasen en el «control de los medios y redes sociales de manera progresiva». Venezuela y Argentina disponen incluso de recursos financieros adecuados para esas tareas «que debemos realizar, a efectos de la penetración de masas», dijeron. Se ordenó tomar «medidas ejemplarizantes» contra los «comunicadores que atacan la revolución». Y «acciones» contra los «tuiteros»… (La verdadera libertad consiste en ceñirse a las reglas de la razón, decía Plutarco. ¡Pobre analfabeto tecnológico!).
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