Política

¿Normalidad? No

La mayor anormalidad de todas, ahora que lo pienso, es que nos gobiernen ustedes, antisistemas

Es cierto, vivimos todos en la anormalidad sanitaria, económica y social por esta pandemia. Es una realidad inapelable, así que solo nos queda esperar que las vacunas que ya empiezan a circular e inmunizar a nuestros mayores nos devuelvan, antes de acabar el año, cierta esperanza en la remontada.

Reconforta saber que vives en un país con una Sanidad pública muy por encima de la media, aunque tú o los tuyos sufráis, a veces, negligencias inadmisibles. En el fondo, sabes que te ha tocado la lotería por ser, en estas circunstancias, ciudadana española y no congoleña o rusa, por ejemplo. En el ranking anual de las democracias, España sigue ocupando un digno lugar. Con todos nuestros defectos como país, con todas nuestras miserias y nuestros mecanismos fallidos para hacerle frente al virus, con tanta crispación política, tenemos motivos para el consuelo al mirar a nuestro alrededor.

Te escribo esto después haber estado escuchando una y otra vez esta semana, por boca del vicepresidente Iglesias, su último mantra electoral chirriante, ofensivo: “en España, dice el susodicho, es obvio que no hay plena normalidad democrática”. Alude Iglesias a la injusticia de que existan políticos independentistas presos por sedición, a la barbaridad que se ha cometido con el pobre Puigdemont, huido de la Justicia española. Todo sea por no pegarse un batacazo monumental en las urnas, este domingo.

El vicepresidente se nos presenta, de repente, como una víctima de “establishment” que seguirá diciendo la verdad “a pesar de las amenazas”. Y se lleva una mano al corazón mientras, con la otra, señala con su dedo acusador a determinados líderes de opinión.

¡Claro que aquí no existe la normalidad! Tampoco en la política, y en buena medida por su culpa. No es normal que un vicepresidente español desacredite a su propio país, o que los suyos comparen España con el régimen ruso, y eleven el asunto a la escena internacional. Efectivamente, “anormalidad” es tener que soportar a un partido político que acosa permanentemente a los informadores, o que la futura Reina de España sea criticada en Podemos porque sus padres, con su asignación, la envíen a formarse en el extranjero. Aunque quizá la mayor anormalidad de todas, ahora que lo pienso, es que nos gobiernen ustedes, antisistemas. En el fondo, ¿de qué nos extrañamos?