Política
Herederos de Tejero
Quienes siguen teniendo la llave del gobierno son los neogolpistas contra el 78
Los manipuladores de la Historia conviven muy mal con la verdad. Los que quieren que olvidemos el horror de ETA como si fuera cosa del medievo, o celebran la infame comparación de Puigdemont con los exiliados republicanos, acaban de hacerse con el argumentario franquista de la implicación del Rey en el 23F para echar leña a su hoguera antimonárquica y tratar de modificar el relato. Intentar que nos traguemos el suyo.
No debería extrañarnos que entre los golpistas, entre quienes estiman que si no se consiguen sus objetivos políticos hay que salir a la calle o desmontar el régimen, se pongan de acuerdo en los argumentos. Pero, francamente, la tosquedad de este movimiento de la pandilla basura de la izquierda que sustenta a Sánchez es de un atrevimiento insultante.
Hay una coincidencia entre los golpistas del 23F y los independentistas que ayer exigieron por escrito que el Parlamento investigue lo que ya está más que investigado y es sabido, el papel del Rey entonces. Ese anhelo común es derribar el régimen del 78. Aquéllos acariciaron la idea al mismo tiempo que la culata de sus fusiles. Los de hoy lo intentan con la desvergüenza de ampararse en las instituciones democráticas.
En realidad, gracias al Rey Juan Carlos y al coraje de políticos de entonces, como Suárez o Carrillo, y militares de incuestionable talento democrático como Gutiérrez Mellado, pueden estos golpistas contemporáneos exhibir su basura moral, su indecente afán manipulador y su deseo infame de reescribir la historia desde las instituciones que salieron de aquel régimen y hoy siguen vivas.
El sistema que pretenden derribar 40 años después de que su antecesor Tejero no pudiera, es el que ampara su libertad de insultar a la verdad y les concede herramientas para reescribir la historia.
Pero no debemos permitirlo.
No hay que dejar pasar esos intentos de resucitar el golpismo cambiándole de cara, de recuperar argumentos franquistas validados sólo porque vengan de políticos y partidos que se autodefinen demócratas de izquierda, y ni ejercen de lo uno ni saben de lo otro, porque su democracia es la de imponer sus criterios y su izquierda es la que se aparta del internacionalismo para levantar fronteras.
Las palabras ayer de la presidenta del Congreso, la socialista Meritxel Batet, en el acto de conmemoración de aquel golpe de estado, advirtiendo contra quienes pretenden deslegitimar la democracia y señalando a los populismos como sus enemigos, permiten cierta esperanza en que la izquierda en este país no haya perdido completamente el norte. NO sólo porque parecen una clara referencia crítica a quienes han hecho suyo el mentiroso argumento franquista de la implicación del Rey, sino porque resulta alentador que alguien desde lo que queda en España del socialismo democrático muestre semejante dosis de respeto institucional y conocimiento de la Historia. Su elogio, valiente y necesario a la figura de don Juan Carlos completó ese relato de gratificante esperanza.
Sobre todo cuando hoy, en el día en que volvemos a la rutina del juego político, nos despertamos, y el dinosaurio sigue aquí. Quienes siguen teniendo la llave del gobierno, quienes mantienen en el poder a la extraña pareja de insolventes herederos del socialismo y el comunismo, son los neogolpistas contra el 78, capaces, en su intento de cambiar el mundo desde el pasado, de hacer suyos los argumentos de los golpistas que fracasaron en lo que hoy ellos pretenden conseguir.
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